Pinelopi Koujianou: La retirada de Estados Unidos es la gran oportunidad de Europa

Los trabajadores europeos no estarán dispuestos a trabajar más horas, a renunciar a la seguridad laboral
Estados Unidos está en un punto de inflexión. Está atacando los fundamentos de su fortaleza: su apertura, sus instituciones y su compromiso global. El cambio comenzó con los aranceles del presidente Donald Trump.
Su implementación caótica e incoherente en búsqueda de objetivos mal definidos ha elevado el costo de las importaciones y perturbado el comercio global, y ha socavado la credibilidad de EE.UU. como socio económico fiable, lo que ha suscitado dudas sobre el futuro del dólar como moneda de reserva mundial.
Luego vinieron los ataques a universidades estadounidenses, por mucho tiempo la piedra angular del liderazgo científico y tecnológico del país. Los recortes en la financiación de investigación, el aumento de impuestos sobre dotaciones y las políticas restrictivas en materia de visados están debilitando su capacidad para atraer y retener a los mejores talentos mundiales.
El resultado es una pérdida para el mundo académico, para la innovación estadounidense y la economía en general. Mientras tanto, el sector más dinámico del país, el tecnológico, se ha visto sometido a presiones políticas y regulatorias. Apple, Alphabet (Google) y Meta enfrentan un escrutinio cada vez más intenso, mientras sus competidores en el extranjero se benefician de políticas industriales de apoyo.
En tanto la mayoría de países se posicionan para competir en la economía del siglo XXI, EE.UU. ha adoptado una política que refleja el pasado (reactivar la fabricación nacional, distender las protecciones del trabajo infantil). Detrás de estos cambios políticos recientes se esconde una interpretación errónea fundamental de los efectos indirectos positivos que históricamente ha generado EE.UU.
En lugar de frenar el ascenso de otros países, su retirada crea aperturas para que avancen: la relajación en Alemania de su freno de la deuda constitucional (un límite sobre los déficits anuales) crea espacio fiscal para inversión pública; y frente a la fragmentación geopolítica y económica, existe un creciente consenso político sobre la necesidad de que los europeos actúen con mayor unidad y determinación.
Para aprovechar el momento la UE debe resistirse a la estrategia de divide y reinarás de la administración Trump, evitando que los países miembro negocien bilateralmente con EE.UU. Solo presentando un frente unido podrá aprovechar su poder de mercado y defender sus intereses.
Europa también debe abrazar la apertura, en particular el talento y el comercio; y hacer una reforma regulatoria: las regulaciones excesivas o mal diseñadas han sofocado la inversión y la innovación, y han impedido el crecimiento de la productividad. Además debe hacer frente a su creciente escasez de mano de obra con políticas de inmigración que se apliquen a las personas calificadas y a las menos calificadas.
El declive demográfico y el aumento del nivel de vida hacen que muchos puestos de trabajo -en especial en los sectores de asistencia, construcción y servicios- queden sin cubrir. No hay camino hacia el crecimiento sostenido o la innovación si la fuerza laboral no da abasto para cubrir las necesidades básicas domésticas y sociales.
Reformar la política de inmigración no significa aceptar fronteras descontroladas, pero sí crear vías legales para quienes estén dispuestos a contribuir. Políticamente, este puede ser el reto más difícil de todos, dado el au
ge del sentimiento antiinmigración y de los partidos de extrema derecha, pero es esencial. La retirada de EE.UU. de la escena mundial brinda a Europa una oportunidad que no ha tenido en décadas. Que pueda estar a la altura de las circunstancias, de lo contrario, el impulso puede seguir de largo nuevamente a Asia, que nunca ha dejado de prepararse para el futuro.