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Qiyuan Xu: ¿Se puede mitigar la volatilidad trumpiana?

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Aunque haya calma temporal en los mercados, Trump podría verlo como aval para seguir con su política comercial agresiva

El drama económico que se desarrolla en Estados Unidos desafía la razón histórica. Cuando los tecnócratas de la Reserva Federal estadounidense están en conflicto con una presidencia inexperta y caprichosa, las herramientas macroeconómicas convencionales pierden utilidad. 

En el pasado, cada vez que EE. UU. enfrentó turbulencias económicas graves, el gobierno respondió con políticas macroeconómicas tendientes a reducir incertidumbre, restablecer confianza, estabilizar mercados y reactivar la inversión y el consumo. Así fue tras la debacle financiera de 2008 y la crisis de COVID19 en 2020. Si la quiebra del Silicon Valley Bank en 2023 no se convirtió en una crisis más amplia fue por la veloz intervención del gobierno. 

Pero estas crisis fueron en gran medida producto de factores exógenos: excesos de un sector financiero mal regulado (2008) y una pandemia (2020). En cambio, los padecimientos actuales de la economía estadounidense son consecuencia directa de las acciones del presidente, su factor más desestabilizador. En este contexto, los instrumentos de política tradicionales no son adecuados. 

Desde la asunción de Trump, el atributo definitorio de la formulación de políticas estadounidense ha sido la volatilidad. Anunció un régimen general de aranceles recíprocos que imponía gravámenes altísimos a países que tuvieran superávit comercial con EE. UU., pero la imprevisibilidad de Trump va más allá del comercio

Proclamó aspiraciones estrambóticas de soberanía estadounidense sobre Canadá, Groenlandia y el Canal de Panamá; revirtió la postura de EE.UU. (y trastornó la unidad transatlántica) en la guerra en Ucrania; llevó adelante una purga de funcionarios públicos que trastornó la burocracia federal sin conseguir más que un mínimo ahorro presupuestario. 

Y pidió a la Corte Suprema permiso para destituir a directores de organismos independientes, a fin de eliminar obstáculos legales contra la destitución del presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, medida que debilitaría la independencia del banco central y generaría grave menoscabo a la confianza internacional en el dólar.

La incertidumbre sobre el futuro ya ha provocado marcada depreciación simultánea de acciones, bonos y el dólar. Pero lo más preocupante es que al ser una incertidumbre endógena, nada pueden hacer contra ella medidas macroeconómicas. Por eso la Fed no debe tratar de compensar con medidas agresivas la volatilidad inducida por Trump. 

Haga lo que haga es casi seguro que el caos trumpiano continuará. Trump regresó a la Casa Blanca con refuerzos: un equipo de aduladores dispuestos a poner en práctica cualquier medida extrema que ordene. Si eso sigue así, podemos esperar postergación de inversiones empresariales, menos gasto de hogares y que inversores globales incorporen en forma permanente una ‘prima de riesgo Trump’ en las cotizaciones de los activos estadounidenses, lo cual erosionará los cimientos de dinamismo y resiliencia de la economía de EE.UU. 

Pese a la suspensión de aranceles recíprocos contra otras economías con superávit comercial con EE.UU., Trump mantuvo (y aumentó) aranceles a productos chinos. Ahora es más importante que nunca que China estimule la demanda interna. Estabilizar su economía puede ayudar a mejorar las relaciones económicas con sus otros socios comerciales. Las autoridades chinas parecen muy conscientes de lo que está en juego; el gobierno fijó como principal tarea para 2025 la “ampliación integral de la demanda interna”.