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Claudia Tobar Cordovez | Que no se pierda la humanidad

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El diálogo y la búsqueda de una convivencia armoniosa deberían estar siempre primero

Conforme avanza la inteligencia artificial, pareciera que el sentido común humano va en retroceso. Nos maravillamos ante tecnologías que superan nuestras expectativas y celebramos cuando un robot logra imitar una tarea humana. Sin embargo, lo que no podemos permitir como especie es perder nuestra humanidad en ese proceso.

Desde las acciones más simples -como ceder el paso en un semáforo o tener un gesto de tolerancia hacia alguien más- vemos cómo la empatía se encuentra amenazada. El mayor desafío de los avances tecnológicos no radica únicamente en quiénes tienen o no acceso a ellos, sino en olvidar que lo único que realmente nos diferencia de las máquinas es nuestra capacidad de ser humanos.

Basta con mirar los chats de cualquier vecindario para ver cómo abundan los ataques, las críticas y las confrontaciones. Discusiones sobre cosas tan cotidianas como “¿de quién es esta caca de perro?” o “¿quién es el desconsiderado que no baja la música?” evidencian nuestra creciente incapacidad de convivir. Parece que hemos perdido las herramientas para resolver conflictos sin recurrir al juicio o al enojo.

El diálogo y la búsqueda de una convivencia armoniosa deberían estar siempre primero, pero muchas veces gana la necesidad inmediata de tener la razón o de descargar el malestar.

No se trata de justificar conductas molestas -como la música alta o los espacios sucios-, sino de preguntarnos: ¿dónde quedó nuestra capacidad para resolver sin agredir? Estas habilidades no son otra cosa que inteligencia emocional, una destreza cada vez más urgente de cultivar en nuestra sociedad.

Lo que debería preocuparnos no es solo cuán rápido avanza la inteligencia artificial, sino cuán lentamente progresa nuestra humanidad.

Si no queremos quedar obsoletos como especie, debemos priorizar algo fundamental: formarnos como mejores seres humanos.