Claudia Tobar Cordovez | La huella de un padre

Tendemos a ignorar que su rol más importante no se limita a proveer, sino a estar presente
Nuestros primeros 18 años de vida representan menos de un cuarto de nuestra existencia, pero son la etapa que forja y moldea nuestro carácter y futuro como ninguna otra. Los recuerdos, traumas y memorias que construimos en esos años iniciales están estrechamente relacionados con los resultados que alcanzamos como adultos. Nuestros cuidadores principales, especialmente los padres, desempeñan un papel esencial en ese proceso. Los padres, en particular, son figuras de apego y seguridad.
Con frecuencia nos enfocamos en los padres como proveedores de sustento económico, y es cierto que lo son, pero tendemos a ignorar que su rol más importante no se limita a proveer, sino a estar presentes. En China, un análisis reciente de 2017 reveló que cuanto más tiempo dedican los padres a sus hijos, mayor es el bienestar de estos, especialmente cuando ese tiempo incluye interacción educativa o momentos de alegría. Esta presencia no solo ofrece seguridad, sino que también actúa como un amortiguador contra las adversidades de la vida.
Tuve la suerte de contar con un padre ejemplar. Su presencia es para mí sinónimo de paz y hogar. Solo su voz me brinda seguridad, sin importar la edad que tenga. Desde niña crecí con una enorme admiración por él, no solo porque pensaba que podía resolver cualquier problema o crear todo lo que se proponía, sino porque era una fuente de paciencia. Mi padre era de esos hombres a quienes cuesta encontrarles defectos; sus valores han guiado mis decisiones y acciones, demostrándome la importancia de la integridad. Incluso hoy, en la adultez, sigo pensando que puede resolverlo todo y que estará incondicionalmente a mi lado. Ese referente de padre me motivó a elegir a otro padre ejemplar para mis hijos, mostrándome que la paternidad te hace mejor persona. La exigencia que implica criar a un hijo requiere una constante mejora personal, un cuestionamiento diario sobre cómo puedo ser mejor para ellos.
Mientras haya padres, hay esperanza en esta tierra, porque la fuerza y motivación que demanda la crianza fomentan valores y contribuyen a formar mejores ciudadanos.