La unidad no es silencio

El silencio es el abandono de los justos en medio de la corrupción y la negligencia que imperan en nuestro Estado
Dicen que ahora es el momento de la unidad nacional. Yo digo que siempre lo fue, pero es verdad que en estos días de terror y sangre esa unidad es imprescindible. Sin embargo, nadie puede definir claramente qué es lo que esa unidad requiere de nosotros, menos aún del propio gobierno, que sería el centro, cabeza y mayor beneficiario de tal coalición.
Algunos piensan, y exigen, que la unidad sea ante todo el silencio. Para ellos continuar criticando al gobierno, o al Estado en general, es distraernos de lo más importante en peleas caprichosas e incluso cómplices con el narco. No pueden estar más equivocados.
El silencio va contra el diseño y sentido de nuestra democracia, que existe para deliberar y negociar hasta resolver pacíficamente nuestras diferencias. Suspender el debate democrático solo lo reencauzará en otras direcciones bastante peligrosas, como conjuras y movilizaciones que a estas alturas resultarían peores que las de junio.
El silencio es el abandono de los justos en medio de la corrupción y la negligencia que imperan en nuestro Estado. Si no seguimos reclamando para que equipen adecuadamente a nuestros policías y los protejan de los narcoterroristas, ¿quién garantizará que el Estado vele por ellos?
Difícilmente será el Estado solo. Ese Estado que hasta ahora los ha tenido sin balas ni vehículos, que a duras penas controla las cárceles y deja que el delito se pasee por la Enríquez Gallo y la Recoleta, que no pudo salvar a un fiscal de ser acribillado en una plaza, que si no es por las denuncias de una embajada y de la prensa jamás admitiría que la corrupción ha alcanzado incluso a los generales. Ese que ayer y hoy, gobierno tras gobierno, ha convivido con el narcotráfico con la misma comodidad que lo han hecho algunas inmobiliarias, por decir lo menos.
No nos pidan el silencio, no. Porque los que amamos a este país, los que queremos que cada gobierno cumpla sus promesas y nos entregue un mejor Ecuador, los que ponemos a la patria antes que cualquier amistad o enemistad, jamás podremos callar. Si callamos, el único ruido que terminaremos escuchando será el de las bombas y los llantos y ya nadie sabrá cómo responder.