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¿De dónde salen?

Avatar del César Febres-Cordero Loyola

La primera intuición apunta a los líderes partidistas, tan cómodos con la mendacidad que se mienten a sí mismos con encuestas truchas.

Esa es la pregunta que nos hacemos cada campaña al ver tantas celebridades salir de las pantallas para ubicarse en los afiches y las papeletas. Tal cuestionamiento usualmente viene seguido por lamentaciones, repetidas fútilmente hasta el cansancio, sobre la falta de preparación y vocación política de los candidatos. Pero si queremos hacer algo aparte de terminar votando entre quejas y suspiros, debemos empezar por buscarle una respuesta.

La primera intuición apunta a los líderes partidistas, tan cómodos con la mendacidad que se mienten a sí mismos con encuestas truchas. Ellos están acostumbrados a guiarse por el reconocimiento de nombre y la temprana intención de voto, indicadores engañosos que muchas veces favorecen a los personajes de la televisión. Pero ese no es el único factor. Los caudillos, siempre consumidos por el celo de su poder, valoran solo una cosa más que la popularidad: la sumisión.

Y qué mejor elemento para ser controlado que cierto tipo de actores y presentadores, acostumbrados a seguir fielmente sus guiones por encima de cualquier convicción. Deshonran a sus colegas honestos (que no son pocos) e invaden el campo político con nuevas mañas para el viejo oficio. Un empleo ya largamente corrompido por los doctores y notables, algo más calificados, pero no mucho menos rastreros.

Por años, estos fundamentalistas del libreto y devotos del patrocinio han engrosado distintas curules. No solo en la Asamblea, sino también en los concejos municipales, donde también sobran los alzamanos. Estos son incluso peores que los del parlamento, porque rara vez se toman la molestia de montar un espectáculo medianamente convincente. Adoptan el rol de fantasmas, que solo se materializan para algún recorrido junto al líder. Son los juguetes perfectos de los caudillos.

Pero la culpa no es solo de los dueños de los partidos, los votantes también somos responsables. Cansados de los políticos de carrera y sus poses trilladas, buscamos a quienes actúan con más naturalidad y reportan nuestros problemas del día a día con cálida cercanía. Los sentimos más próximos y les abrimos el corazón. Es que nos hemos acostumbrado a vendernos por tan poco.