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Romper ese yugo servil

Avatar del César Febres-Cordero Loyola

Y el que no sueña con ser el dueño, no quiere pasar de ser mayordomo

Más de dos siglos de independencia en el Ecuador, pero tal vez ni un solo año de libertad. Aunque con la gesta libertaria salimos de nuestra condición de súbditos del godo, todavía no hemos llegado a convertirnos en una república de ciudadanos. Y esto es evidente, ya que a pesar de que nos separamos de un rey perjuro y de todos los agentes de la Corona, hemos pasado todos estos años entre jefes supremos y caudillos con todos sus capataces.

El Ecuador sigue siendo un cúmulo de feudos, a veces bajo un mandamás y a veces en anarquía.

Si la ansiada libertad nos evade en una república democrática, es porque la república y la democracia no han pasado del papel. La justicia tiene un precio que muchos no pueden pagar y el poder se concentra en grupos que no solo resultan inalcanzables para muchos, sino que también no saben responder ante las mayorías. El voto es muchas veces un formalismo, que se quema en la misma pira profana de las promesas de campaña. Las pocas ocasiones en que la gente puede reaccionar, generalmente son fuera del mismo orden constitucional, hiriendo el sistema que debería ser su mejor defensa, y tantas veces sin conocer las fuerzas que los empujan desde arriba. No hay reglas del juego, ni árbitros ni relojes; en un tablero de mil peones, un par de reyes y sus alfiles.

Pero es demasiado sencillo y equivocado dibujar unos cuantos cucos y culparlos por nuestro estado de postración y sometimiento. La gran mayoría de nosotros aceptamos las cosas como son e incluso las celebramos. Hemos interiorizado la sociedad del patrón y el mandón de tal manera que la izquierda y la derecha no se pueden imaginar a sí mismas sin un líder fuerte o un candidato ideal. El buen gobierno fue un solo héroe, el mal gobierno un solo traidor. Cuando pensamos en la longevidad de cualquier organización pensamos en términos de delfines y no de nuevas generaciones. Y el que no sueña con ser el dueño, no quiere pasar de ser mayordomo.

Todavía somos hijos del yugo, aún sin romper ese yugo servil.