Premium

Prisioneros del pasado

Avatar del César Febres-Cordero Loyola

En el Ecuador no hay futuro que no se encuentre atrapado en el pasado. Y ahí estamos prisioneros

Cuando en el 2005 el pueblo derrocó a Lucio Gutiérrez al grito de “que se vayan todos”, parecía que el país estaba listo para hacer borrón y cuenta nueva. El mismo Gutiérrez había representado un cambio, siendo uno de los protagonistas de la caída de Jamil Mahuad y un auténtico outsider en su momento, pero apagada su estrella llegaba la hora de un nuevo sol. Por su lado, la generación pasada desaparecía. Entre el retiro, la enfermedad y el exilio, Rodrigo Borja, León Febres-Cordero y Abdalá Bucaram cerraban sus capítulos protagónicos.

En ese momento aparece Rafael Correa, cautivando a la nación con una promesa de cambio radical. Una cara fresca, montando la ola de un giro regional a la izquierda, llega sin diputados y ligero de equipaje. Derrotando a Álvaro Noboa, Correa procedió a barrer el tablero: somete al Congreso, declara en mora la deuda externa, logra que se apruebe una nueva Constitución y reconfigura la diplomacia.

Pero por más promesas de revolución, Correa explotó las viejas formas de hacer política: caudillismo, clientelismo y populismo. Su discurso cayó en el inmovilismo, obsesionándose con el fantasma de la partidocracia y denunciando a cualquier alternativa al nuevo status quo como un retorno al pasado. Ya en el exilio, ha trasformado a su propia revolución en el pasado. Solo habla de recuperar el viejo proyecto y castigar a los traidores. Y con su figura imponente absorbe a todo su movimiento en su persona, bloqueando cualquier cambio de liderazgo.

Después de Correa vino más de lo mismo. Moreno rompió con el correísmo, pero su gobierno nunca logró escapar de su sombra. Luego de usar la vieja estrategia de ir a una consulta, metió la mano en todo lo que pudo bajo la excusa de descorreizar al país. Y ahí se quedó, sin ninguna gran obra y con una administración definida exclusivamente por ser la negación de su antecesor.

Llegamos al presente, pero no parece. El presidente Guillermo Lasso y muchos de sus seguidores siguen hablando del pasado, viendo al correísmo detrás de cada problema y amenaza. Nos dijeron que íbamos por el cambio, pero todavía ni vemos hacia allá.

En el Ecuador no hay futuro que no se encuentre atrapado en el pasado. Y ahí estamos prisioneros.