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Nuestra historia en el Yasuní

Avatar del César Febres-Cordero Loyola

En el debate por resolver ese problema, el Yasuní, con sus defensores y explotadores, nos dejará un legado en lo ideológico que marcará el futuro

La historia de la consulta del Yasuní es la historia reciente de nuestra república. Un gobierno que sobredimensionaba su propio estatus en la esfera internacional, como este, intentó en vano pedir plata sin mayores garantías para no explotar el ITT.

Ese fracaso no detuvo su búsqueda de sacarle rédito al Yasuní, aunque hubo protestas de la “izquierda infantil”, una facción de la oposición transformada, como el resto, en criaturas ridículas dentro de la imaginación de su líder, tan parecido al actual. Como a los cucos no se les presta atención, el jefe de ese gobierno y de todas las funciones del Estado mandó a que se bloquee cualquier intento de llevar el tema a las urnas.

Ahí quedó el asunto, hasta que una mano sacó a otra de la justicia y, entre tanto manoseo, el Estado reorganizado salvó un reducto de institucionalidad: la Corte Constitucional. Sus jueces, gente a la moda, comulgan con el progreso, dominan todas las ciencias y a veces consideran su opinión superior a la voluntad del constituyente, pero han demostrado independencia en sus dictámenes, inabarcables para los caprichos de los políticos y sus leguleyos.

Triunfó el soberano, que vio reconocido su derecho a ser consultado, aunque después de una campaña que no fue más que una viñeta del programa principal. En ella nos dieron versiones tan disimiles de las pérdidas del Estado, que claramente alguien nos estaba mintiendo. Nada nuevo bajo Inti.

Al ganar el SÍ, el gobierno saliente quiso con argucias evitar que cese la explotación, pero la reacción general lo obligó a contentarse con decir que no hay ni plan ni dinero para el cierre y abandono, algo que cuesta creer y que, de ser verdad, debería justificar el castigo de todos los funcionarios responsables. Aquí seguiremos soñando.

Salvo algún nuevo ultraje al derecho, cerrarán lo campos del ITT y el país tendrá que ver cómo reemplaza esas divisas y dineros públicos. En el debate por resolver ese problema, el Yasuní, con sus defensores y explotadores, nos dejará un legado en lo ideológico que marcará el futuro. En este terreno infértil para las ideas sanas, veremos qué maleza brota.