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El juego

Avatar del César Febres-Cordero Loyola

Si así juegan entre ellos, que no nos sorprenda cómo juegan con nosotros.

Puede ser extraño decirlo en un país donde la sumisión suele ser el primer requisito para entrar en la política, pero en el Ecuador tenemos un problema de lealtad. O visto de otra manera, hacia el votante, un problema de credibilidad.

La deslealtad se hace notar más en estos días, cuando los políticos buscan desesperadamente una candidatura para perseguir sus intereses renteros. Que los políticos se unan para buscar cargos y rentas no es un fenómeno particularmente ecuatoriano ni tampoco vuelve a la democracia inviable, pero nuestro problema no se queda ahí. Aquí nunca se mantienen unidos, quitándoles la seguridad a las élites políticas y robándoles a los votantes la capacidad de distinguir agendas claras o por lo menos intereses que superen la búsqueda personal de la riqueza.

En Esmeraldas, el correísmo apostó por un conocido empresario que en una anterior candidatura llamó cobarde y corrupto a su líder máximo. Para justificar su cambio de opinión nos quiso distraer con burdas explicaciones, pero lo más importante, nos regaló un video mostrándonos cómo se practica el homenaje feudal en su nuevo movimiento. El votante no puede confiar en el compromiso de un candidato así, menos aún su nuevo líder, que ya fue derrotado y sacado del país por cuadros desleales.

En Manabí, uno de los principales contendientes por la alcaldía de Manta en 2019 hoy dirige localmente un movimiento cercano a la derecha, mientras que su anterior estructura se alió con la izquierda. Difícil entender quién cambió más, pero más difícil es saber cuánto cambiarán el día después de las elecciones.

Así como cambian en la Asamblea. Muchos corrieron a las filas del BAN cuando parecía que Lasso triunfaba con su “jugada maestra”, entre ellos quien ascendió defenestrando a una aliada del Gobierno y luego quiso bajarse al mismísimo Gobierno mientras se hacía el mediador. Este señor hoy comparte el pleno con el campeón de la derecha que corrió por el Partido Socialista y un guerrero socialcristiano que hace menos de dos décadas no dudó en abandonar a su partido cuando le convino.

Si así juegan entre ellos, que no nos sorprenda cómo juegan con nosotros.