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Un experimento fracasado

Avatar del César Febres-Cordero Loyola

En el consejo de repartición se pelean por el control social. Cabildeos y papelones sobran en estos últimos meses como para superar los que se vieron en los años anteriores. Y eso es bastante, tomando en cuenta el servilismo pasado y legados tan bochornosos como el que quedó en evidencia después de la renuncia de María del Carmen Maldonado al Consejo de la Judicatura. Pero al final, ni la politiquería del presente ni los errores del pasado sirven para otra cosa que para recordarnos otra vez lo podrida que está la democracia ecuatoriana. Es necesario también dedicarle aunque sea algunas palabras al horror conceptual detrás del Consejo.

El CPCCS llegó como una innovación basada en ese saludo a la bandera al que por acá llaman participación ciudadana. Expresada de diversas maneras, la única que tal vez ha sido mínimamente efectiva es la democracia directa a punta de plebiscitos impulsados por caudillos y una que otra revocatoria. Por otro lado, los incontables mecanismos de democracia participativa como las supuestas veedurías, sillas vacías y socializaciones son un mero formalismo, un teatro donde reclutan a un puñado de ciudadanos para hacer de coro, o sencillamente otra plataforma para los notables de toda la vida. Pero este Consejo es una bestia de su propia categoría.

La sociedad civil y el Estado son dos expresiones políticas de la nación, cada una en su propio ámbito. En el momento en que el ciudadano se convierte en servidor público, sea por contratación, concurso o elección, pasa del primer ámbito al segundo. Pero el CPCCS los mezcla en una quimera institucional. Pretende expresar el rol del ciudadano que vigila desde afuera, pero lo mete adentro. Y si fuera por simplemente canalizar la veeduría ciudadana, no ha podido involucrar al activismo independiente mejor que el resto de los poderes del Estado.

Para rematar el fracaso de este experimento, terminaron haciéndolo de elección popular. No votamos por listas, pero terminamos bombardeados por anuncios de los caudillos dándonoslas. Y al final resultó que lo que escogimos fue a tipo de representantes, sorprendentemente peores que las versiones originales del Ejecutivo y el Legislativo.