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Estos días

Avatar del César Febres-Cordero Loyola

Estas fechas, y las semanas que las anteceden, suelen ser los momentos escogidos para los reencuentros y las integraciones

El año se acaba, pero la fiesta recién comienza. La Navidad continúa hasta el Día de Reyes y más allá. El Año Nuevo nos provee otro feriado y, lo que es más importante, refuerza el sentido de la renovación de todas las cosas, de un nuevo comienzo, que el nacimiento celebrado nos inspira. Estos días, de algarabía como de introspección, son oportunos para examinar el mundo en el que vivimos, la gente con la que lo compartimos y nuestro lugar en él.

Estas fechas, y las semanas que las anteceden, suelen ser los momentos escogidos para los reencuentros y las integraciones. De una manera casi ritual nos reencontramos para confirmar los votos del parentesco y la amistad. Pero entre tantas reuniones es la ausencia la que ocupa la cabecera de nuestras mesas, colándose a la fiesta cada año más y más, sobre todo después de la pandemia.

La ausencia se mete por los recuerdos y las diferencias, en las sillas vacías y las fotos cambiantes, cuestionando nuestra celebración. Llega y le corta la luz al arbolito y mete al cementerio en la sala. Podríamos pensar que la solución es expulsarla entre canciones y brindis, pero eso solo logra torturar a los que más enlutan, atrapados en la contradicción entre el abrazo de los vivos y la mirada de los muertos.

Hay que saber acompañar a los que llevan las cargas del duelo, aceptar sus formas de amar y reconocer su necesidad de ser amados de una manera que parece estar fuera de lugar en estos días, pero que tal vez sea en esencia la expresión más pura de esta época de transición. Si no se presentan a las cenas hay que visitarlos, hacerles saber que su dolor tiene validez entre nuestra alegría y que su vida importa en los lugares comunes lejos de las juergas.

También hay que recordar a los enfermos, a los ancianos, a los que han caído en tiempos difíciles. A los que no pueden dar regalos, poner un aporte económico o ser anfitriones. Ellos, sin regalos más que su ser, son la humanidad en su sencillez y desnudan nuestros corazones. Antes que la dieta, antes que el ahorro para ese viaje, pongámonos como propósito de Año Nuevo hacer un examen del corazón y de nuestros afectos.