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César Febres-Cordero Loyola: Los derechos y el Yasuní

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¿La modernidad de Occidente y de su estado del bienestar o las formas de vida ancestrales reinterpretadas en relación a esa modernidad?

Hablar del Yasuní es hablar de un objeto distinto para todo el mundo. Para unos es plata, para otros sueltitos. Hay también quienes no hablarían de un objeto sino de un sujeto, porque la naturaleza, aun sin poseer razón ni estar conformada por personas, ahora tiene derechos, una nueva ficción que a los iletrados no nos las explican tanto como nos informan que es una innovación.

Hablar de la consulta del Yasuní también es hablar de cosas distintas según a quién le preguntemos. Por ejemplo, si le preguntamos al presidente, la consulta es una sugerencia, en efecto aplazable y sin importancia. Lo subestimamos y por ende al resto de la clase política que nos presenta dos opciones: la de los que llaman ilegítima a la Corte que aprobó la consulta y la del que hoy es ambientalista de palabra, igual que Guillermo Lasso en su momento.

Todo eso es importante pero coyuntural. Un hueco presupuestario más, una violación más a la Constitución. Nada fuera de orden. Hay otro debate más nuevo, y fundamental, sobre el Yasuní. El cierre del ITT es solo el comienzo para quienes militaron el Yasuní, que no era más que una saliente en el frente de batalla. Su objetivo va más allá: el fin de la explotación de hidrocarburos, del uso de los combustibles fósiles, de la minería y hasta del turismo y la agricultura como las conocemos. Una verdadera revolución verde.

Muchos de ellos intentan ignorar la magnitud del objetivo que persiguen, prefiriendo centrarse en sus pequeñas victorias, como la del Yasuní, y hacer camino al andar. Otros son más frontales y a ellos va dedicado este editorial. Ellos son quienes nos hablan del decrecimiento, de sacar a los humanos de centro y Occidente del pedestal, de cambiar nuestra forma de vida, no para salvar al planeta, sino para transformarlo enteramente.

Ellos son los que hoy dividen al progresismo e invito a que los retemos a disputar esa palabra. ¿Qué es más progresista? ¿El dominio del hombre sobre la naturaleza para abolir la pobreza o dejar de hablar de dominio y pasar a la armonía? ¿La modernidad de Occidente y de su estado del bienestar o las formas de vida ancestrales reinterpretadas en relación a esa modernidad?