Columnas

Ciudades asfixiadas, campos olvidados

El reciente anuncio del presidente Lasso de que dirigirá nuevos fondos al Metro de Quito ha generado diversas reacciones en el país, sin duda no todas de entusiasmo. Aunque en ello hay cargas tanto de regionalismo como de frustración con el entorpecido proceso detrás de la construcción del metro capitalino, también existe otro factor muy legítimo: el sentimiento de relativo abandono de otras partes del país. Los ciudadanos viven el dolor causado por la falta de recursos día a día y no se los puede culpar por sentir que los han hecho a un lado mientras ven como aún más millones van hacia una obra parada en una ciudad que, aunque tiene problemas, le va mucho mejor que a tantas partes del Ecuador.

Ese sentimiento tal vez sea más punzante debido a que casi todo el país tiene un muy mal sistema de transporte. En las ciudades, inmensas filas de carros y buses obsoletos taponan sus venas y arterias como coágulos y estrangulan a los barrios cerrando el paso a los caminantes y separando a los vecinos. En el campo, los parajes rurales existen casi que en otra dimensión, como un apéndice casi cortado y olvidado. Y en los paraderos turísticos, el ciudadano y el extranjero sortean derrumbes, inseguridad y hasta insalubridad para ir y venir. No es solo un asunto de movilidad, es la salud, vida social y trabajo de millones. Es el derecho a hacer de esta tierra nuestra, con nuestro libre paso. Es la misión cívica de tirar abajo las barreras de cemento y levantar nuevos caminos para unir a la sociedad segregada.

Aunque el problema sea una vieja constante, con el paso del tiempo se vuelve cada vez más urgente. El avance del cambio climático parece imparable y los carros eléctricos no son ni de lejos la solución. Las urbes crecen y crecen, pero vampíricamente existen medio muertas, encerradas en monumentales tumbas grises y succionando cada vez más la sangre del campo. Necesitamos soluciones radicales. Tan grandes como el Metro de Quito, pero ojalá sin tanto escándalo ni perdida.

Estas fiestas hagamos votos para que Quito encuentre su salida y el resto de nosotros nuestro arranque.