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César Febres-Cordero: Trump y el (des)orden mundial

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El futuro del dólar, la capacidad de Europa de asumir los costos de su propia seguridad sin abandonar su modelo de bienestar

Lo que el mundo presenció el viernes pasado en el Salón Oval no fue un mero altercado diplomático, sino la confirmación de que estamos viviendo un cambio de paradigma. Los Estados Unidos ya no quieren ser el garante del sistema que ellos mismos crearon, y que a regañadientes y con sobresaltos han aceptado, desde la derrota del Eje.

Es verdad que siempre hubo divergencia entre el proyecto llamado despectivamente como ‘globalista’ y la postura internacional de los Estados Unidos, que han rechazado la jurisdicción de la Corte Penal Internacional y que se atrevieron a liderar una segunda coalición contra Irak sin la autorización de las Naciones Unidas. También es cierto que Trump ya se había salido parcialmente del marco de la ONU, retirándose de la OMS y de los Acuerdos de París. Sin embargo, la política exterior estadounidense se conformó mayormente a los estándares usuales durante su primer período.

Pero el Trump que ha vuelto al poder es un político cambiado. Su intención es derribar todas las barreras institucionales con las que se encontró, desmantelándolas de ser necesario. En ese esfuerzo viene ayudado por una nueva generación de republicanos, varios de ellos discípulos o socios del billonario Peter Thiel, que abiertamente cuestionan las normas fundamentales de la democracia liberal, y entre los que figura su vicepresidente.

En otras cosas Trump es el mismo, otro republicano que quiere reducir el déficit y bajar impuestos. Pero sus métodos son radicales: las guerras tarifarias, la destrucción de la red de oenegés dependientes de la Usaid y la puesta en duda de las obligaciones con la seguridad social y con los tenedores de papeles del Tesoro. Ante este embate, los mercados no han tardado en reaccionar, y aunque es incierto si Trump está ‘blufeando’ o si llevará a la economía de su país al infierno inflacionario, hay efectos de sus decisiones que desde ya podrían ser irreversibles.

El futuro del dólar, la capacidad de Europa de asumir los costos de su propia seguridad sin abandonar su modelo de bienestar y la viabilidad del multilateralismo como mecanismo para enfrentar las crisis globales están, desde hace semanas, pendiendo de un hilo.