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Boric y la historia

Avatar del César Febres-Cordero Loyola

Los resultados de la reciente elección chilena han sido impactantes para toda la región. Los ojos de Latinoamérica miraron con atención, esperando ver una señal de la dirección que podría tomar el supuesto péndulo ideológico o tratando de justificar sus posturas sobre la Nueva Derecha y el Progresismo. Ahora el morbo los domina, esperando para ver si Gabriel Boric logra construir un mejor país desmantelando el modelo neoliberal chileno o termina llevándolo cuesto abajo por los caminos de Argentina o Venezuela.

Sea cual sea el resultado, el trabajo de Boric es complicado. Por más de haber conseguido una clara victoria en las urnas con la votación más alta de la historia en términos absolutos, el joven presidente electo se enfrentará no solo a una derecha con un corte radical sino también al peso de su propio mandato y la complejidad de sus circunstancias. Para entender esto mejor hay que saber mirar para atrás.

La victoria de Boric es el triunfo de la historia. Chile había represado las fuerzas del cambio desde la transición democrática y estas solo se empezaron a desbordar y cambiar el curso de las aguas en el 2019. Conservaron la Constitución aprobada sin registros electorales bajo la dictadura, reformándola solo de a poco, permitiendo la injerencia continuada de la vieja plana militar por varios años y sosteniendo el modelo económico y de seguridad social de Pinochet.

Con todo eso Chile descomplicó su transición, pero permitió una acumulación de contradicciones. Estas contradicciones van desde la tensión simbólica de una carta fundamental redactada por un gobierno militar fungiendo en una democracia hasta la tensión económica entre un crecimiento histórico que ya se volvió lento y los altos niveles de desigualdad. Al final la necesidad y la voluntad de cambio se unieron, lamentablemente en un estallido violento, pero al final en la expresión democrática. La historia volvió a marchar.

Ahora a Boric le toca encarar la fuerza que lo favoreció. La desconfianza en los políticos, el carácter independiente de la Convención Constitucional y las reacciones que todo cambio generarán. Ojalá esté a la altura y haya buena ventura para Chile.