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El alcalde no quiere protestar

Avatar del César Febres-Cordero Loyola

Si lo que quiere es plata y atención, un estado de conmoción social es lo último que necesita.

Las recientes declaraciones de Aquiles Álvarez han dejado a más de uno sorprendido. Primero dijo que si un paro intenta extenderse hacia Guayaquil, él lo detendrá en el puente. Y como si esa evocación a las acciones del gobernador Duart y de la alcaldesa Viteri durante los últimos estallidos sociales hubiera sido poco, ni bien pasaron unas semanas ya declaraba que prefería que el Gobierno Nacional se sostenga ante un intento de destitución.

Para algunos en las filas del correísmo estas son señales de un ‘reprise’ de la traición morenista o una muestra de los verdaderos valores de un empresario derechista. Con memoria selectiva, olvidan que, en sendos comunicados y declaraciones de sus líderes, el correísmo ya se había distanciado antes de los métodos más radicales del movimiento indígena, siguiendo la línea de Correa, que cuando gobernó nunca fue muy amigo ni de la Conaie ni de los paros.

Pero las razones de Aquiles, que tampoco es ningún militante de la línea histórica de la RC, seguramente van más allá. Álvarez sabe a qué ciudad gobierna, una que, aunque famosamente inconformista, no está acostumbrada a unirse a las movilizaciones que se dan en otras partes del país si no es detrás de un alcalde popular. También reconoce a qué municipio llega, uno con notorios problemas económicos, y con buena intuición ha anunciado que va a entrar a contar una historia sobre eso, incluso imitando el famoso mensaje de LFC en 1992.

Si lo que quiere es plata y atención, un estado de conmoción social es lo último que necesita. Un gobierno débil y una economía golpeada no le van a dar el financiamiento que requiere. Un país concentrado en una lucha por las calles de Quito no estará listo para seguir su recorrido inquisitorial por los pasillos del cabildo guayaquileño.

A falta de más pruebas para su defensa, Álvarez puede sacar un testigo: Pabel Muñoz, un conspicuo izquierdista y correísta de la vieja guardia. Muñoz habla con la misma cautela de una movilización social. Quizá él tenga hasta más razones para temerle a un estallido, sabiendo que una importante facción de su concejo buscará cualquier excusa para agitar por su remoción.