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César Febres-Cordero Loyola | La inviabilidad de Guayaquil

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Hoy la conurbación de la ciudad, ocupada por cuatro cantones, crece repitiendo errores de los que somos conscientes

Estos días ha surgido la controversia sobre si la Academia Nacional de Historia dijo o no que la verdadera fundación de Guayaquil se dio el 15 de agosto de 1534 en las llanuras de Liribamba. En lo que coinciden todos es que ese día una partida de conquistadores bajo el mando del adelantado Diego de Almagro, empeñado en evitar que Pedro de Alvarado se le anticipara en tomarse esta tierras, erigieron un asentamiento de breve duración llamado Santiago de Quito, del cual partiría la expedición que fundaría la ciudad de San Francisco de Quito, para después trasladarse a tierras bajas en el proceso de lo que sería la fundación definitiva de Santiago de Guayaquil.

Sabios señores todavía discuten si esos lejanos acontecimientos significan que primero fue Guayaquil o Quito, lo cual al resto no nos debería causar mucho más que gracia y a lo mejor un poco de interés en repasar algunas lecciones olvidadas, pero en ese hecho histórico, el movimiento de un asentamiento español hacia el litoral, hay algunas observaciones útiles para nuestra realidad actual.

Lo primero, que en lo que hoy es Ecuador, como en otras partes del mundo, se puede observar la ley histórica de que los humanos buscan primero las tierras altas, más defendibles y secas, y lentamente van bajando a las llanuras ricas pero inundables y difíciles de defender. Por eso los españoles terminaron por percharse en el Cerrito Verde, hoy llamado de Santa Ana, para que luego la ciudad vaya abriéndose paso entre los esteros y el río.

De eso se desprende que los guayaquileños no estamos tan locos como creemos, viviendo encima de esterillos y humedales rellenados. Si hay un adjetivo que mejor nos describe es el de necios. Hoy la conurbación de la ciudad, ocupada por cuatro cantones, crece repitiendo errores de los que somos conscientes: en La Puntilla, hacia una avenida que desfoga sobre otra avenida desbordada; en La Aurora, algo parecido, y así mismo en vía a la Costa, donde se urbaniza a los lados de una carretera que es a la vez la salida hacia una autopista, el camino hacia a un puerto y el acceso para varias fábricas y canteras.

Eso no es locura, es una negligencia criminal y autolesiva.