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César Febres-Cordero: Con guerra o sin guerra

Avatar del César Febres-Cordero Loyola

Hay que apoyar a nuestro comandante en jefe, Daniel Noboa, y a nuestros valientes soldados y policías

Estamos en guerra pero no lo estamos. El uso de este término no es bien recibido por los puristas del derecho, quienes señalan que lo que el Decreto 111 declara es un estado de “conflicto armado interno”, que no es cualquier cosa, sino un montón de controversias jurídicas y problemas políticos metidos en un concepto.

Advierten esos expertos que los narcoterroristas se podrán valer de esa declaración sujetándose al amparo legal que le corresponde a un combatiente, bien distinto al de un delincuente. Por mi lado, ya nos veo, por el récord del Estado ecuatoriano, metidos en mil líos en todas las instancias después de que, Dios quiera, todo esto pase. Eso sí, primero habrá que esperar para saber si el decreto siquiera sobrevive la revisión constitucional.

Advertimos muchos más, y para eso no hay que haber sido iniciado en los arcanos misterios de los juristas, que nuestras Fuerzas Armadas no están preparadas para este conflicto. Muchas de sus armas y equipos resultarán inútiles o peligrosos (pensemos en la artillería) y su preparación no contempla de forma adecuada la presencia de civiles, menos de rehenes como los de TC.

Lo que es peor, llevan años sin recursos suficientes para realizar su misión. Sus lanchas sin gasolina, sus aviones sin reparar (al punto en que se podría decir que la supremacía aérea la tiene el narco con sus avionetas) y la tropa en el terreno con la moral en el piso. Para verificar esto último basta hablar con ellos: sienten que la ley no los protege, aun cuando se suponía que la Ley de Uso Legítimo de la Fuerza había resuelto ese problema.

¿Qué hacer entonces? Ni rendirnos ni retroceder. Hay que apoyar a nuestro comandante en jefe, Daniel Noboa, y a nuestros valientes soldados y policías. Pero apoyándolos de verdad, señalando sin la malicia del politiquero todo lo que nos hace falta corregir para vencer, con guerra o sin guerra, a enemigos (plural, porque son bandas que se matan entre ellas) que amenazan de muerte a la sociedad ecuatoriana en su conjunto, secuestrando no solo canales de televisión, sino hospitales, juzgados y hasta municipios enteros, todos los días, sin estar ni en vivo ni en directo.