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César Febres-Cordero: Glas o la patria

Avatar del César Febres-Cordero Loyola

Su contrapeso son políticos que no distinguen en importancia los intereses del país de los suyos propios

Para amar a este país hay que reconocerlo tal y como es. Hay que cuidarlo de quienes lo quieren lanzar en busca de quimeras o de victorias imposibles por creernos, o creerse ellos, demasiado importantes.

Ecuador es un país pequeño y sus hombres de Estado generalmente lo son aun más. Olmedo, Rocafuerte, Plaza Lasso, Roldós y Cordovez son excepciones cuyo fin ha sido ser nombrados en textos a medio leer o a veces deletreados en cartulinas. La recepción de su legado intelectual es nula.

Los líderes mediocres de hoy son ya suficiente desgracia para el país en el ámbito interno, empoderando a su alrededor, por debajo y por detrás a leguleyos, improvisados y mafiosos; haciendo origami con la Constitución y las leyes, sin pensar en sus propios proyectos ideológicos, y a veces ignorando los problemas jurídicos y políticos que se podrían estar echando encima.

Pero es en el foro externo en el que podemos llegar realmente a ver lo patético de sus dimensiones y lo trastornada que está su percepción de la realidad existente fuera de los linderos de este rancho soberano.

Por un lado tenemos a un Gobierno que creyó que valía la pena ganarse la condena de medio mundo e iniciar una pugna mediática y diplomática con una potencia regional para poder capturar a Jorge Glas.

Por el otro, tenemos a una oposición (ahora sí) liderada por un hombre que es capaz de negar que está dispuesto a hacerle daño a su país, mientras el eurodiputado a su lado habla de exigir la retirada de los embajadores europeos y hasta el rompimiento de las relaciones con sus países.

Estamos en manos de gente capaz de defender la violación del derecho en el nombre del derecho. Sus defensores no pueden ver lo poco que le importan al mundo las disputas de nuestra política o sus villanos, y desconocen que en el exterior las decisiones de nuestra mal llamada justicia no valen nada. Su contrapeso son políticos que no distinguen en importancia los intereses del país de los suyos propios.

A todos hay que preguntarles: ¿Glas o la patria?