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Hijos de niñas violadas

Avatar del Catrina Tala

Y mientras sigamos disfrazando la realidad con titulares tibios que refuerzan estereotipos, seguiremos condenando a miles de niñas al abuso.

Decir las cosas sin rodeos puede llegar a ser uno de los retos más grandes que tenemos los seres humanos. Cuando lo que tenemos que decir es negativo es aún mucho peor, porque tratamos de adornar las cosas para “no herir susceptibilidades” o simplemente “para que se escuche más bonito”. Soy enemiga de ese tipo de discursos, porque la falta de sinceridad y claridad es lo que justamente nos disocia y nos mantiene en la ignorancia.

Los medios de comunicación también lo hacen, a veces se adornan titulares y no se dicen las cosas como son, por alguna razón que todavía no está clara.

Esta semana nuevamente nos estampamos contra un dato que nos duele, una cifra que avergüenza: “1.921 niñas entre 10 y 14 años fueron madres en Ecuador el año pasado”. La realidad es que 1.921 niñas fueron violadas y parieron a los hijos de sus violadores, pero aún nos cuesta mucho escribir esa palabra.

Aún no entendemos que si las niñas en este país son obligadas a parir, a continuar embarazos producto de una violación -que en la mayoría de los casos es cometida por un miembro de la familia-, estamos condenando a más niños y niñas a vivir en círculos de violencia.

Pero aún, pretendemos esconder ese dato diciendo que, de esas 1.921 niñas menores de 14 años, “seguramente algunas tuvieron sexo consensuado”, cuando a esa edad solo puede llamarse violación.

Una niña de 10 años debe ser niña, no madre. Y acá estamos dando vueltas en círculos, disfrazando esa problemática que ha puesto al Ecuador como el segundo país de América Latina con el índice más alto en embarazo adolescente. Tampoco nos atrevemos a decir que es un problema de salud pública.

Las niñas han sido abandonadas durante décadas, las hemos puesto en segundo plano. Le hemos dado más importancia a lo que “se ve mal” que a lo que realmente está mal.

Y mientras sigamos disfrazando la realidad con titulares tibios que refuerzan estereotipos, seguiremos condenando a miles de niñas al abuso. Métase en la cabeza que cualquier mujer o niña puede ser violada y, mientras no lo gritemos, las próximas podemos ser nosotras, o nuestras hijas.