Carlos Andrés Vera: Petro, peligro

Tener a un vecino de esa calaña es un riesgo enorme para Ecuador
Gustavo Petro no vive en la realidad. Cada vez que habla o escribe, actúa como si el universo girara alrededor de su biografía, su nostalgia ideológica y sus delirios personales. Está convencido de que cada discurso suyo es una suerte de manifiesto histórico; en realidad refleja a un ser atrapado en una retórica que ya no tiene lugar en el presente. Sería gracioso, salvo porque es el presidente de Colombia.
Su viaje a Ecuador es el ejemplo más reciente. Tras haber cuestionado la legitimidad de nuestras elecciones, de haber mentido sobre la supuesta detención de Leonidas Iza -patraña por la que nunca se disculpó-, y de haber difundido videos falsos de represión que no eran de aquí, Petro llegó a la posesión de Daniel Noboa como si nada. Su intención: provocar al gobierno ecuatoriano, reivindicar a Jorge Glas como “preso político”, y pretender posicionarse como un faro democrático en la región.
En uno de sus eternos tuits, llegó al extremo de equiparar a Ecuador con Venezuela en términos democráticos, justificando su injerencia como un acto de “exigir lo mismo” a ambos países. ¿De qué habla este lunático? Semanas atrás, en un arranque de resentimiento, publicó su ya célebre pergamino sobre Italia, los partisanos y la “decadencia” de ese país, dejando entrever su frustración por no haber sido invitado al funeral del papa Francisco. Imaginen a Petro dando rienda suelta a su locura en ese contexto.
Su conducta no es nueva. Se proclamó el “último Aureliano Buendía”, guardián de las causas perdidas, desafiando a Trump en tuits que escribió de madrugada. Esa costumbre -publicar por la noche y borrar con los primeros rayos del sol- revela un patrón de comportamiento errático y da piso a las revelaciones de su excanciller Álvaro Leyva, quien señaló su adicción a las drogas como un factor que explicaría muchas de esas publicaciones.
Ecuador necesita una relación profunda, eficaz y sincera con Colombia. Los desafíos que enfrentamos -desde la lucha contra el crimen organizado hasta el fortalecimiento de la democracia- requieren un vecino responsable. Pero nuestra contraparte es un líder atrapado en sus delirios y dogmas. Petro, por su postura ideológica, y con plena conciencia, termina alineándose con las mafias que enfrentamos. Su incapacidad para llamar a Venezuela por lo que es -una dictadura- lo confirma. Tener a un vecino de esa calaña es un riesgo enorme para Ecuador.