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Carlos Andrés Vera: Un mensaje a la izquierda

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No se trata de buscarle nuevo maquillaje al crimen organizado. Se trata de dejar de servirle de alfombra

En su crónica del 20 de abril titulada “El correísmo, obligado a reinventarse en Ecuador”, el periodista Federico Rivas Molina, desde El País, desarrolla la tesis de que el correísmo necesita renovar sus rostros y sus ideas para volver a ser opción de poder. Este tipo de análisis es cada vez más común en la discusión política, tanto local como internacional, y plantea el debate sobre el correísmo en términos exclusivamente narrativos, estratégicos o de marketing, ignorando un eje que debería ser central en cualquier análisis serio: la ética pública.

El problema del correísmo no es de narrativa. El problema del correísmo es su prontuario. Correa, Glas, Mera, los Alvarado -líderes icónicos- están sentenciados por corrupción. Algunos presos, otros prófugos. La lista completa de miembros de esa organización vinculados a temas de corrupción ocuparía varias páginas de este diario. No estamos hablando de ideas que necesitan refrescarse; estamos hablando de una estructura delincuencial. Pensar que el correísmo puede ‘renovarse’ es como suponer que una organización criminal puede cambiar su logo y su eslogan para buscar espacios en la vida democrática.

Por si alguien aún dudara de la calidad de sus miembros y aliados, mientras escribo esta columna, Diosdado Cabello -sí, el mismo buscado internacionalmente por narcotráfico- ha declarado que el “fraude en Ecuador es uno de los peores de la historia política del mundo”. Literalmente: un criminal se suma a la teoría correísta del fraude, cuyos voceros internacionales conforman una trinidad insólita: Cabello, el dictador Maduro y Gustavo Petro, cuyo canciller acaba de renunciar denunciando, entre otras cosas, que el presidente tiene problemas con las drogas (se explican así sus delirios en X sobre las elecciones en nuestro país).

El correísmo no va a cambiar. Está atado estructuralmente a su líder y al modelo del socialismo del siglo XXI, una red de caudillos que usaron la izquierda como fachada para el saqueo. La que necesita renovarse no es la RC, es la izquierda. Y su renovación pasa por desmarcarse radicalmente del correísmo, dejar de seguir a delincuentes regionales y retomar sus principios de justicia social y defensa de los derechos.

No se trata de buscarle nuevo maquillaje al crimen organizado. Se trata de dejar de servirle de alfombra.