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Carlos Andrés Vera: Si no, ¿cómo?

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Ayuden a pensar salidas reales. Si no, ¿cómo?

Hay quienes creen que el Ecuador puede salvarse pontificando sobre derechos humanos e institucionalidad. Está bien, ese es su rol. El problema es que la institucionalidad que muchos evocan no existe. Se pudrió. Fue tomada. No se puede usar un sistema capturado por mafias para combatir a las mafias. Y ese es el dilema que enfrentamos.

El nuevo proyecto de ley del presidente Noboa plantea medidas duras. Algunas pueden ser necesarias, pero todas tienen doble filo. Por ejemplo, permitir que las Fuerzas Armadas o la Policía hagan allanamientos sin orden de un juez. ¿Puede servir para golpear a las mafias con rapidez? Puede. Pero si esas mismas fuerzas están infiltradas, esa herramienta podría favorecer a una banda. Así, el dilema se manifiesta en toda medida extrema que podría tomarse.

El proyecto está lleno de ese tipo de decisiones. Más allá de lo que dice en detalle, nos obliga como país a discutir entre un idealismo que hoy es inviable, y medidas extremas para enfrentar problemas extremos. Nuestro destino, en buena medida, dependerá de la claridad con la que sepamos administrar esos riesgos.

Esta no es una columna con respuestas. El país nunca ha enfrentado algo como esto. No hay manual. No hay garantías. Hay referencias, como El Salvador o Medellín, pero Ecuador es otra cosa. Aquí las mafias no están en los márgenes: están adentro. En las cortes, en los cuarteles, en los barrios. En los contratos, en la política, en la calle.

El presidente necesita medidas extraordinarias. Al mismo tiempo, el presidente también necesita límites. Y eso probablemente significa que las medidas a tomarse no deban ser permanentes. De serlo, dejan abierta la puerta para que el próximo que llegue las use a su favor, y no a favor del país.

Presidente, usted ha demostrado ser implacable con sus adversarios. Sea también implacable con las mafias que tienen secuestrado al Ecuador. Use esa fuerza para restaurar la institucionalidad, no para quebrarla. Es comprensible que, al tomar medidas extraordinarias, se puedan dar pasos en falso o cometer errores. Pero si no pierde el norte y sus intenciones son legítimas, el país lo apoyará y la historia lo reconocerá.

Y a quienes defienden los derechos humanos o se especializan en seguridad: no basta con exigir condiciones ideales. Ayuden a pensar salidas reales. Si no, ¿cómo?