Premium

Arturo Moscoso: ¿Viva Quito?

Avatar del Arturo Moscoso Moreno

¿Realmente está viva una ciudad que parece administrada por el azar, la improvisación y permeada por la corrupción?

Cada 6 de diciembre repetimos ¡Viva Quito! con entusiasmo automático. Pero este año, la frase suena más a pregunta que a celebración. ¿Realmente está viva una ciudad que parece administrada por el azar, la improvisación y permeada por la corrupción y el quemeimportismo?

La evidencia se acumula como las barreras naranja en las calles. Primero, el caos de las obras. Repavimentaciones, cierres, desvíos, excavaciones y remiendos ejecutados todo al mismo tiempo, como si la estrategia fuera generar el mayor nivel posible de confusión para luego decir que se ha hecho ‘gestión’. La ciudadanía se mueve -cuando puede- entre huecos, maquinaria y calles cerradas, mientras la AMT confía en que los obstáculos plásticos resolverán lo que su propia inoperancia no puede.

A esto hay que sumarle lo que denuncia Claude Roulet, ese suizo obstinado que lleva décadas señalando lo que para casi todos es evidente: buses circulando sin mantenimiento, rutas informales y autoridades que miran hacia otro lado.

Pero nada retrata mejor la lógica municipal que la legalización masiva de vallas publicitarias, esa manera tan típica de las administraciones municipales de, ante la incapacidad de controlar, convertir la violación de la ley en norma. Y no olvidemos el plato de hornado de 15 dólares ¿Inoperancia o la muestra de corrupción más desparpajada?

La guinda en el pastel (hornado ya no hubo), la puso el Sercop al suspender 48 contratos municipales por irregularidades elementales. Procesos tardíos, documentación incompleta, estudios cuestionables. La respuesta del Municipio fue culpar al espejo. Lo que escandaliza, al parecer, no es hacer mal las cosas, sino que alguien lo señale.

Así llegamos a un nuevo aniversario de fundación de la capital con una ciudad cansada, atrapada en un ciclo de improvisación que ya no indigna, agota. Una ciudad que merece algo mejor que la suma de errores, excusas y parches que hoy llamamos administración municipal.

Y entonces, ante este panorama, la consigna resuena como pregunta: ¿Viva Quito?

No lo sé. Pero ojalá algún día volvamos a merecer decirlo sin interrogantes.