Andrés Isch: La sociedad de los idiotas

Esta no puede seguir siendo la sociedad de los idiotas, desembarcados del debate de lo público
Idiotas en el sentido propio del origen de la palabra ‘idiotes’, del griego “vivir para uno mismo”; es decir, alguien que no se interesa por los asuntos públicos. La idiotez como la creencia de que podemos vivir aislados del resto y tener un futuro viable.
Como sociedad estamos condenados a un fracaso absoluto si no podemos encontrar un norte compartido. Así hemos estado y así seguimos, como Sísifo en el absurdo de repetir una y mil veces un esfuerzo titánico para después ver a la roca rodar colina abajo. O la locura de esperar resultados distintos con las mismas políticas de siempre.
Y es que no habrá políticas diferentes sin ideas diferentes y no habrá ideas diferentes si no se incluyen a muchos que tradicionalmente han estado lejos de la toma de decisiones: académicos, científicos, emprendedores. Sobre todo, una mayor participación de mujeres, que puedan darle la vuelta a los instintos cortoplacistas y ayudar a pensar el país con la serenidad, sabiduría y solidaridad con la que las madres guían a sus hijos.
Especialmente ahora que no tenemos idea de cómo la inteligencia artificial y los avances tecnológicos van a cambiar el mundo. ¿Qué va a pasar cuando obreros y profesionales no puedan competir con las máquinas? ¿Qué respuesta pueden dar los estados liberales y la democracia como la conocemos cuando la voluntad individual sea reemplazada por una planificación automática y en serie de cada día de nuestras vidas, desde la concepción hasta la muerte?
Falta poco para que lo que entendemos por realidad sea indistinguible de los escenarios virtuales y para que la conciencia humana se indistinguible de códigos construidos a base de unos y ceros. ¿Tenemos alguna idea de lo que va a suceder en ese momento? ¿Podremos alcanzar un nuevo pacto social en un mundo en el que los humanos ya no solamente sean superados por las máquinas en las tareas físicas sino también en tareas intelectuales y emocionales?
Esta no puede seguir siendo la sociedad de los idiotas, desembarcados del debate de lo público. Aquí, ahora, más que nunca, es urgente un replanteo ético del desarrollo y este no puede hacerse sin una discusión más profunda que se nutra no sólo del poder sino sobre todo de la ciencia, la filosofía y la empatía.