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Andrés Isch | Más peligroso que la Ruta Viva

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La organización vial en Quito es un caos, el respeto a las normas de tránsito es mínimo

Jueves 30 de octubre: un tanquero, tres camiones y una moto colisionan en la Ruta Viva; al momento de escribir este artículo, el saldo es de dos muertos, familias destruidas, varios heridos y quién sabe cuánto en daños materiales (pasa a segundo plano el caos generalizado en las poblaciones aledañas). Un accidente más en un día más de ignominia revertida, de afrenta por omisión desde las instituciones públicas hacia los ciudadanos, por quienes en teoría deberían velar.

La organización vial en Quito es un caos, el respeto a las normas de tránsito es mínimo y los riesgos al transitar son altos, pero lo más grave de todo es la desidia con la que las autoridades enfrentan el problema. En la misma Ruta Viva, no se diga la Av. Simón Bolívar con la que esta empata, se producen varios accidentes al mes, en muchas ocasiones con resultados catastróficos. Se combinan imprudencia, uso de celulares, alcohol, exceso de velocidad, mal diseño y el pésimo estado de la calzada. ¿Qué ha hecho el Municipio ante esto? ¿Instaló los radares de arco que permiten calcular los excesos no solo en puntos específicos sino la velocidad promedio? ¿Mantiene agentes en el lugar, identificando a quienes cometen infracciones? ¿Contrata un mantenimiento decente que permita al asfalto sobrevivir a la primera lluvia? ¿Señaliza, educa, controla, corrige? No, qué va, eso tendría un costo político porque molestaría a algunos; mejor bloquear con unas enormes vallas por tramos el carril derecho (para velocidad moderada) y el espaldón (que debe usarse para emergencias), sin alerta previa y precisamente en la conexión con otras vías rápidas que los alimentan para que los vehículos tengan que cruzar de golpe dos carriles o frenar en seco. ¡Brillantes!

Se acumulan los muertos, se acumula el dolor. A nadie le importa, quizás porque hacer lo correcto no es popular. Esta ciudad se ha autoimpuesto la maldición de la tibieza, como un flujo constante de irrelevancia que imperceptiblemente desgasta los cimientos, hasta que termina todo colapsando bajo su propio peso. Ese eterno quemeimportismo, confundido con la falta de liderazgo, es más peligroso que la misma Ruta Viva.