Alfonso Albán | Luego de Villavicencio, ¿qué?

A dos años del asesinato de Villavicencio, Ecuador necesita valentía ciudadana para enfrentar la corrupción y la impunidad
Hace dos años, Ecuador cambió para siempre. Observó primero con asombro y luego con temor cómo, por primera vez en su historia, unas infames balas le arrebataron la vida a un candidato presidencial. El asesinato de Fernando Villavicencio sumió al país en un luto profundo. Miles de lágrimas se derramaron por el hombre, por sus ideas y por las luchas que dejó inconclusas. Algún día —porque la verdad no puede ocultarse eternamente— el país conocerá los nombres de los autores intelectuales. Es una deuda que la Fiscalía aún no salda… pero cuando eso ocurra, ¿y después qué?
Más allá del nombre, el país entero perdió con este hecho. Y lo más preocupante es que, a dos años de aquel crimen que sacudió al mundo, su impacto en la conciencia ciudadana parece haberse diluido. Fue un golpe lo suficientemente fuerte para unirnos, para movernos, para despertar de la apatía… pero no fue así.
¿Ganó el miedo? Hay personas ahí fuera que siguen el ejemplo de Villavicencio, aunque podrían y deberían ser muchas más. Una ciudadanía silenciosa y conformista es todo lo opuesto a lo que él demostró. Muchos se preguntarán: “¿Y qué puedo hacer yo?”. La respuesta es simple: mucho. No se trata de que cada uno se convierta en un investigador que denuncie grandes actos de corrupción o las fechorías del narcotráfico, sino de actuar desde cada uno de nuestros espacios con coherencia y valentía.
Si recibe un mal servicio básico pese a pagarlo, quéjese. Si un funcionario le pide dinero para agilizar un trámite, denúncielo. Si el Gobierno, sea nacional o local, toma decisiones arbitrarias que lo perjudicarán mañana, critíquelo. La indiferencia es el terreno fértil donde crece la impunidad.
Todo eso y más está en nuestras manos. Es nuestro deber y nuestro derecho como ciudadanos. Incluso cuando el miedo intente paralizarnos, debemos recordar que ceder es perder. No podemos renunciar a nuestra esencia como miembros de esta sociedad. La valentía no siempre se grita, a veces se ejerce en actos sencillos y firmes.
Ecuador no necesita otro Fernando Villavicencio: necesita miles. Hombres y mujeres con la determinación, la fortaleza, el pensamiento crítico y el coraje para cuestionar a los gobernantes cuando sea necesario y enfrentar a los verdaderos enemigos del país. Solo así podremos mirar a las próximas generaciones y decirles que no nos quedamos de brazos cruzados.