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Trece de abril

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El docente debe ser formado y estructurado para animar y dirigir la clase, para ser líder entre sus alumnos.

Cuando hemos celebrado hace poco el Día Nacional del Educador Ecuatoriano, creemos que es tiempo propicio para hacer un llamado a las universidades y a la secretaría y consejo que las rigen, para que, mirando a futuro, pongamos énfasis en promover y desarrollar las facultades y carreras del área docente; pues si bien decimos que en estos tiempos el niño es el centro del hecho educativo no es menos cierto que sin profesores no logramos su desarrollo.

Una vez que quedó claro que la mala idea de concentrar la preparación del docente en una única universidad fue una catástrofe y que el debilitamiento de las facultades pedagógicas existentes fue un bárbaro error, necesitamos emprender en una formación para los nuevos educadores que requiere la nación; es decir, con un nuevo perfil, con un nuevo horizonte, a fin de que sean capaces de impulsar el carro educativo hacia el futuro, hacia el mañana, que es cuando nuestros alumnos en las aulas de hoy ejercerán ciudadanía.

El docente debe ser formado y estructurado para animar y dirigir la clase, para ser líder entre sus alumnos, para poder alcanzarles el futuro y despertar en ellos la capacidad de pensar y preguntar.

No basta ni será válido solo el nombre o el apellido ni siquiera los cartones de titulación que lo respalden, no será importante ni suficiente los rasgos estéticos o las características físicas ni las medidas antropométricas, se requerirá, a partir de una sólida vocación, dominio de las ciencias educativas pero por sobre todo, actitudes y condiciones de liderazgo.

Requerimos docentes aptos, eficientes y sólidamente formados, con manejo de la pedagogía, las didácticas, la ética profesional como la filosofía educativa, pero también conocedores de psicología general y evolutiva y junto a todo esto, con una moral enorme que le soporte en su deseo de enseñar.

Necesitamos educadores, nos faltan educadores aquí y en todas partes, hay que enaltecer la profesión, hay que fortalecerla con reconocimientos sociales y comunitarios que devuelvan la distinción y admiración al educador que ejerce.