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Reinvención

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El profesor que quedará después de ella será sin duda diferente, más tecnológico, más ágil mentalmente y con mejor tolerancia al cambio y sus exigencias...

Es claro que cada acto de la vida nos enseña y que cada experiencia que vivimos nos deja huella de aprendizaje; por ello, resulta innegable que la pandemia que llevamos a cuestas desde el 2020 nos entrega lecciones en las que, nosotros los educadores, aprendimos sobre la marcha, reformulándonos y reinventándonos.

Si ya es penoso que en circunstancias normales un profesor cada año se repita y calque sus acciones, lo es más en circunstancias tristes, extrañas y difíciles. Es necesario motivar, incentivar e inspirar al alumno para que encuentre en el ejercicio educativo el bálsamo vital para sosegarse y seguir.

Se requiere un rostro al viento, un ideal claro y una vocación cierta para formar hoy, y para ello, sin duda, los indispensables cambios de metodología, las urgencias de rápida respuesta, exigen adaptarse, replantearse y reinventarse.

En más de una ocasión hemos dicho que es absolutamente distinto enseñar en la teleeducación que de manera presencial, así como también existen diferencias en la metodología del aula híbrida, donde parte de la clase está presente y otra en casa.

Una querida profesora me decía: “me siento como en un foro de televisión, con público aquí al que tengo que impactar y público allá «señalando la pantalla con los rostros desde casa» al que tengo que atraer”. Y eso es real y cierto, y obliga a un simultáneo uso de métodos y recursos para sostener el ritmo y que la clase fluya.

A la pandemia hay que agradecerle la capacidad de reinvención que nos trajo como demanda especial y herencia; nos movilizó, nos sacudió y nos obligó a dar respuestas capaces de adaptarnos y satisfacer a unos y a otros, a ratos como duplicándonos y siempre sobreexigiéndonos.

El profesor que quedará después de ella será sin duda diferente, más tecnológico, más ágil mentalmente y con mejor tolerancia al cambio y sus exigencias. Por cierto, el que no se involucró, el que dejó solo tareas para que realicen los alumnos, el distante, el que no se reinventó, dejó pasar una maravillosa oportunidad de crecimiento profesional y debería revisar su vocación y su misión.