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Difícil cometido

Avatar del Abelardo García

Sin claros conceptos de calidad académica y administrativa resulta muy difícil buscar logros perdurables

Desde toda la vida, y no solo nosotros, hemos abogado por una tarea que a los ministros no siempre les gusta emprender y que tan solo en los años 1984 y 1985, casi como un modelo piloto, y algo durante la gestión de la ministra Vidal se intentó realizar. Nos referimos a la descentralización y desconcentración del Ministerio de Educación, cometido urgente que emprender si queremos dirigir a 150 mil docentes y aproximadamente a 10 mil instituciones, y manejar desde una sola planta central calendarios diversos, distintas culturas, tradiciones y costumbres; idiosincrasias claramente diferentes.

La idea no agrada fundamentalmente a la burocracia media, donde ciertamente radica el poder del ministerio, pues sin duda pierden y mucho, incluso en algunos casos, hasta la razón de existir, y por ello cada intento ha sido mirado con recelo y rápidamente ahogado cuando salieron sus protagonistas, o por distintos argumentos convenientemente utilizados y maquillados con el descontrol, la falta de coincidencia y hasta de honestidad.

La descentralización y desconcentración han sido preteridas y la delegación de funciones casi siempre ha sido un mito, pero sin duda, para organizarse en estos tiempos hay que emprender por esa senda tras ese cometido. Las zonas no resultaron funcionales; acaso intentar una vez más con subsecretarías regionales, acaso dos por cada una de las tres grandes áreas naturales atendiendo la verticalidad geográfica del país, y bajo estas, los distritos que puedan asumir realmente toda la carga administrativa, dejando para las estancias superiores las políticas, los modelos pedagógicos y los diseños de desarrollo y crecimiento.

Ojalá que la nueva administración sea capaz de emprender y llevar adelante un nuevo proceso.

Si hablamos de modernización, es necesario cambiar la estructura misma del sistema, solo así los procesos serán más ágiles, proactivos y eficientes.

Sin autonomía, aun institucional, no se puede hacer educación en el siglo XXI. Sin claros conceptos de calidad académica y administrativa resulta muy difícil buscar logros perdurables.