Abelardo García: El milagro indio

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Cuando nos rasgamos las vestiduras porque los bachilleres no entran a las universidades, erramos.

Quienes visitaron el subcontinente asiático allá por las décadas de los 50 y 60 del siglo pasado, sin duda tuvieron la oportunidad de descubrir un mundo duro, difícil, insospechado desde la mente occidental. La miseria a flor de piel, la ruina generalizada y los choques contrastantes de la desigualdad hablaban de un difícil emprender para cambiar el país.

Recorrer sus polvorientas vías, encontrarse mendigos y despojos humanos era lo común, ‘lo normal’, y costaba pensar en un pronto cambio. Bajar al Ganges en la entonces Benarés, resultaba espeluznante y doloroso, ese atravesar entre enfermos terminales, leprosos y cadáveres rumbo al crematorio, ubicados en calle de honor para que pase el visitante, estremecía el alma, hacía imposible imaginar la más mínima transformación.

Los occidentales que somos ligeros para hablar de milagros refiriéndonos a los éxitos de ciertos países, no hemos mirado el vuelco que la India ha dado sabiendo que va rumbo a ser la nación más poblada del mundo al aproximarse pronto a los 1.400 millones de habitantes. No queremos negar que hay pobreza, que hay contrastes y dolor, pero ya no la miseria que exhibía y se vivía.

Autopistas de primer orden, carreteras excelentes, buenas vías vecinales, mejoramiento sostenido en la salud de la población, logros académicos y científicos, reconocimiento de la inteligencia india en cuanto a la electrónica y programación informática nos gritan el cambio.

Acaso el recorrer sus comarcas y ver que por pequeño que sea un poblado tiene un instituto tecnológico nos dé la respuesta.

Cuando nos rasgamos las vestiduras porque los bachilleres no entran a las universidades erramos, pues negamos la posibilidad de realizarse a inteligencias que dentro de institutos intermedios pueden encontrar su camino de realización.

Nosotros, tan dados a imitar, debiésemos replicar el milagro indio abriendo más que universidades, institutos de tecnología superior y en general, de mandos intermedios y profesiones prácticas, olvidando el nivel académico teórico que sí es necesario pero no es la única vía de desarrollo.