Premium

Abelardo García Calderón | Gramática: ¿dónde estás?

Avatar del Abelardo García

La gramática, como la ciencia que nos enseña a hablar y escribir correctamente en el idioma castellano, ha desaparecido

Amigos como somos los ecuatorianos de ir a los extremos, cuando se propuso enseñar el idioma más como parte de la comunicación y la enseñanza de la lengua, y no hacerla tan ceñida a las reglas sino a la fluidez literaria, descartamos el aprendizaje de la gramática y hoy, como resultado, no tenemos ni clara comunicación ni buen trato gramatical.

Abrir un diario, escuchar a un presentador de noticias o ver una cobertura noticiosa es asomarse, cada vez con más frecuencia, al maltrato del idioma castellano, a la falta de concordancia gramatical y a las barbaridades de los vicios de construcción de los que el aprendizaje de la gramática nos libró tiempo atrás.

“Para quienes hemos cubrido”, “fue en la explicación donde dijo”, “la madrugada es peligrosa por oscuro”, son gazapos que se repiten con facilidad y que confunden el género y número, las circunstancias de lugar con las de tiempo, sin olvidarnos de la ausencia de ortografía y de dicción en muchos casos.

La gramática, como la ciencia que nos enseña a hablar y escribir correctamente en el idioma castellano, ha desaparecido. La hemos perdido y, ciertamente, amerita ser buscada para que el buen decir y el mejor escribir se hagan presentes en estos tiempos, entre nuestros jóvenes profesionales y entre nuestros niños y adolescentes.

No podemos resignarnos a haberla perdido, so pena de trastabillar y maltratar un idioma tan hermoso y rico como el nuestro, rescatando así la lengua como tarjeta de presentación de la cultura del expositor o de quien escribe.

La comunicación es válida; el uso de la lengua para interconectar a los individuos es vital, pero ello no implica el que no hagamos buen uso de las formas y normas gramaticales para sostener nuestra exposición y nuestras expresiones.

Bien sabemos que la gramática no siempre fue fácil de aprender, que tenía detractores propios entre los estudiantes de cada curso en los que se la enseñaba y que, al tener normas y reglas, molestaba a muchos libérrimos espíritus. Pero, sin duda, es un pilar fundamental para estructurar con claridad y precisión el buen decir.