Ya viene el tren
Una vez que atracaba la embarcación en el muelle del ferrocarril de Durán se dirigían presurosos los pasajeros a la estación de madera
A las 05:30 zarpaba la lancha desde el muelle municipal de Guayaquil rumbo a Eloy Alfaro (Durán). A las 06:00 lo hacía el vapor Galápagos, llamado así por su lentitud.
Una vez que atracaba la embarcación en el muelle del ferrocarril de Durán se dirigían presurosos los pasajeros a la estación de madera para subirse al tren, el cual partía a las 07:00, pasando en su trayecto por un sinnúmero de estaciones y ciudades como Yaguachi, Milagro, Naranjito, hasta llegar a Bucay.
Allí se terminaba lo plano del terreno y se cambiaba la máquina (locomotora) para iniciar el ascenso a la cordillera, pasando por las estaciones de Ventura, Naranjapata, hasta llegar a Huigra, lugar de ensueño de la eterna primavera, donde muchas familias pasaban sus vacaciones de invierno aprovechando las bondades de su clima agradable.
En Huigra se encontraban los dos trenes: el que iba a Durán y el que venía de Riobamba. Los pasajeros aprovechaban la parada de media hora para servirse el almuerzo, siendo de preferencia el suculento caldo de gallina criolla. Los que no podían pagarlo se servían un plato de arroz con huevo y maduro frito. Luego seguía el tren su trayecto pasando por Chanchán, entrando a los túneles hasta arribar a la estación de Sibambe, para luego subir a la Nariz del Diablo, obra de ingeniería realmente imponente y majestuosa, donde el tren trepaba en zigzag, llegando luego a Alausí.
Posteriormente, el ferrocarril continuaba su viaje por un sinnúmero de estaciones con Tixán, Columbe, Palmira, Colta y otras más, hasta llegar a su destino: la ciudad de Riobamba.
Había también el tren directo Guayaquil-Quito, el cual, haciendo todo el recorrido antes descrito seguía por Ambato, Latacunga, para finalmente terminar en la estación de Chimbacalle.
A los que hicieron ese viaje maravilloso disfrutando de los paisajes de la Costa y la Sierra, así como de la activación del comercio, siendo una experiencia inolvidable, solo les puedo decir aquello que expresa la letra del tango Tiempos viejos: “Te acordás hermano, qué tiempos aquellos...”.
Quiera Dios que pronto se haga realidad la tan anhelada y ofrecida rehabilitación del ferrocarril.
Dr. Santiago San Miguel Triviño