Resurrección del Señor y fiesta de la Divina Misericordia

Por eso los creyentes cantamos Aleluya en la noche de vigilia

¡Mi amado y buen Jesús, en Semana Santa compartimos contigo la soledad de la cruz, del sagrario, para recibir las gracias que tanto necesitamos. En la cruz se produjo Tu muerte violenta por amor. En el Sagrario Tu muerte lenta; permaneces olvidado y abandonado. El precio de nuestra alma es la sangre que derramaste en la cruz. Celebramos la Resurrección: nuestro Jesús vive e intercede por nosotros a la derecha del Padre. Nos dice la Escritura que Él murió para salvarnos y resucitó; debemos regocijarnos. Ofreció darnos vida gloriosa y eterna. Si el creyente cree esto no necesita más pruebas. Jesús cumplió, se levantó de la tumba. Por eso los creyentes cantamos Aleluya en la noche de vigilia; para los cristianos la Resurrección es verdad fundamental de nuestra fe y amor. Propongámonos buscarlo, encontrarlo, amarlo y luego proclamarlo. Él con su misericordia nos dará la salvación. Vivamos la fiesta de la Divina Misericordia el primer domingo después de la Resurrección y recordemos que agua y sangre fueron derramadas, salidas de las entrañas más profundas de su misericordia, cuando su corazón agonizante fue abierto por la lanza, estando en la cruz. Sangre preciosa de Jesucristo, sálvanos. Quiere que lo sigamos como sus apóstoles y que amemos la mortificación, el sacrificio, el dolor. Así la cruz no pesará y el sufrimiento será fuente de vida interior. 

Martha Reclat de Ortiz