Cartas de lectores: ¡Mi pedido a la vida!
La vida es confusa sin fe ni amor. Solo la esperanza, la entrega y Dios nos dan luz, sentido y dirección
Si a la vida le pidiera juzgar la vida en acción, sería tal la confusión que la pobre no pudiera decir lo que es la quimera o los niveles de acción, que surgen a profusión, mientras nadie se lo espera. Porque es tal la mezcolanza de sueños que no se alcanzan y deseos satisfechos, que es mejor pedir clemencia con urgencia. Así, con tanta experiencia, no sabemos ya que hacer, si regresar al cuartel o vivir ya sin templanza, donde la dicha no alcanza y el mal al bien lo desplaza con poder.
A menudo me pregunto qué tan dichoso es el mundo, que crece sin responder a tal o cual utopía y si la culpa es de él. Ya que el que la hace la paga, es como un cruel juramento que los llena de contento a quienes carecen de alma, y el ser o no ser conlleva una verdad ‘verdadera’ que anima a la razón a estudiar con devoción lo recóndito del ser y del valer.
La misión de vivir con sumisión ante preceptos sinceros de Dios, el gran Creador, porque su voz es rector y espíritu del mundo entero. No hagáis caso a las preguntas de los necios insistentes, que en vez de amar presienten que lo que les aqueja cruel, es de su ser deficiencias. Así, apegados a su conciencia, premian y actúan con ella sin dar valor al espíritu, ese ángel bueno y listo que está arrimado a él.
No descartéis la esperanza, la dicha que sí se alcanza cuando el corazón la llama y se aquieta a su nivel; ella es la dulce quimera que se consume de ansias; mas si le guardamos distancia nunca la podremos ver. Alcemos voces cansadas, milenarias, engarzadas en un infiel proceder; pues la verdad sí se ajusta a las presiones injustas cuando revive la fe.
No es más noble el que camina solo y erguido en la vida con aires de ‘valgo más’; es mejor ser abrazante, sonriendo a cada instante y dándose sin pensar. Así se entrega a raudales el corazón con encanto, borrando el triste llanto de aquel a quien no miró; es alivio pasajero, pero para el alma un candelero que presto lo iluminó.
Lo que digo es ‘gratia’ plena, tener esta distinción que al alma no la condena y la cubre de satisfacción. Feliz quien tiene en la vida mejor y fiel compañía, porque por ella respira y confía en su saber; luce ligero y liviano pero tiene a su lado a quien ver. Es la vida que llevamos lo que nos da la excelencia y que añade a la presencia un destello de fulgor. Porque así nace el amor del deber por bien cumplido y no el mal aborrecido que nos mata y para qué; es mejor querer queriendo, agradecidos de Dios, para así seguir viviendo sin temor.
Myrna Jurado de Coboc