Reflexión
Debo añadir que en la sala del cine éramos seis personas; la de superhéroes, repleta
Fui a ver la película de Madre Teresa de Calcuta, una santa que ha sido reconocida mundialmente. Esta mujer tan pequeñita y con Dios en todo su ser ha hecho a través de la película que reflexione una vez más, que en el mundo en que vivimos vemos la pobreza pero no, no vemos la miseria del mundo, a los desvalidos, enfermos, moribundos, niños, adultos y viejos, en las condiciones más denigrantes, cuando todos ante Dios somos dignos porque somos sus hijos. Para ella primaba ese amor de Dios, recogiendo a los comidos por ratones, a los enfermos de sida, a los tuberculosos, a los enfermos de lepra, a los niños, a los drogadictos y abandonados. Bueno, es poco lo que puedo expresar en esta meditación, pero me pregunto: ¿por qué tanta miseria? ¿Por qué tantos carros bañados en oro? No, no puede ser. ¿Qué pasa con los hijos de Dios, sea cual fuera su religión? ¿Dónde está el ser humano que nació bueno y fue creciendo, llenándose de poder y riquezas y no viendo la miseria que hay en todo el mundo? ¿Cómo se presentarán ante su Dios? ¿Cómo pueden dormir tranquilos cuando hay niños muriéndose de hambre, y mujeres y hombres rebuscando en los basureros para algo llevar a su estómago?
Cuando llegó acá al Ecuador, san Juan Pablo II dijo: “que nadie pueda dormir si hay un niño muriendo de hambre”, pero el quemeimportismo va a la cabecera de nosotros los hombres. Pregunto: ¿por qué tanto derroche, por qué tanta vanidad? ¿Por qué tanta indiferencia? ¿Qué le pasa a la humanidad, que entre mas lujos, más vanidad, más quererse a sí mismo? Creo de corazón que el mundo entero está mal, pero muy mal, y no nos damos cuenta que ya no hay amor, ya no hay misericordia, no hay compasión; solo indiferencia y vivir mi vida, sin importarme incluso personas muy cercanas. No nos damos cuenta de que todos pertenecemos a la misma raza, creada para ser buenos, comprensibles, amorosos, compasivos con todo aquel al que le falte amor, techo y comida.
Debo añadir que en la sala del cine éramos seis personas; la de superhéroes, repleta. ¡Qué pena y lo digo con firmeza porque a través de mis muchísimos años de voluntariado qué difícil ha sido vender una rifa, qué difícil pedir una colaboración, porque te dan en la cara el portazo. Discúlpeme los que han sido generosos, gente maravillosa que da sin dar a notar y lo hacen por amor a Dios. ¡Bendícelos y que se multipliquen, Señor!
Lupe Manrique