No pudieron resistir a la tentación del dinero sucio y la codicia

Los ecuatorianos estamos conscientes de que la corrupción, la delincuencia organizada, el narcotráfico, el terrorismo, la impunidad y otros tantos y tantos males han logrado sentar sus reales en este otrora pacífico y acogedor país. El robo, el desfalco, la coima, los diezmos, comisiones, etc., lastimosamente se han convertido en el pan de cada día. Los noticieros están saturados de malas noticias, al punto que evitamos verlos para impedir que nuestra salud mental y física se vea afectada. Los ecuatorianos hemos perdido casi por completo la fe en nuestros gobernantes, asambleístas, autoridades y todos los representantes a quienes tuvimos el desacierto de elegir en las urnas, salvo unos pocos patriotas que podríamos contar con los dedos de la mano, quienes aún se mantienen alerta tratando de investigar los atracos del pasado y cuyos nombres no hace falta mencionar; el pueblo sabrá identificarlos plenamente y agradecer su gestión. Pero lo que más asombra y nos deja perplejos es que ya no podamos confiar ni siquiera en las personas encargadas de velar por nuestra seguridad y que tenían la obligación de protegernos (militares y policías), quienes no pudieron resistir a la tentación del dinero sucio y la codicia; pudieron más que los valores y principios que les inculcaron sus padres. La pandemia en vez de sensibilizarlos y ablandar sus corazones los ha endurecido por completo. No piensan en el futuro de sus hijos, menos aún en el porvenir de la patria.

Fabiola Carrera Alemán