Los niños, daños colaterales del sicariato

Parece que en Ecuador los asesinatos se han convertido en algo común para la sociedad. Nótese que el término usado es común y no normal, pues lo normal viene de una norma preestablecida, y lo común proviene de un criterio de frecuencia. En tan solo tres días (18-21 abril), en Ibarra han existido dos muertes violentas con menores de edad como daño colateral, lo cual es inaceptable para la autoridad y la ciudadanía; me refiero a la escasa memoria del ecuatoriano, ya que estos asesinatos y delitos se convierten en eventos frecuentes de los que la sociedad se queja dos o tres días como máximo, y los olvida al cabo de una semana para volver a su realidad. Uno de los casos más polémicos, el del niño asesinado en una heladería por balas perdidas, ya fue olvidado. Pareciera que al ecuatoriano hay que recordarle estos actos violentos contra menores cada mes y semana del año para demandar un cambio, aunque sea por dos o tres días. Los últimos dos casos en Ibarra dejan mucho que desear sobre nuestra sociedad: un país sin tanta violencia y miedo, en el que puedas llevar a tus hijos, sobrinos o nietos al banco o la heladería sin ningún riesgo; una sociedad a la cual le parezca inaceptable e inadmisible cualquier acto de violencia contra niños. Hasta que eso pase, se seguirá teniendo a los niños como daño colateral de la violencia y el sicariato. Hasta que eso pase, nos tocará seguir presenciando cómo un niño es traumado de por vida al ver a su abuelo morir frente a sus ojos por un robo, o cómo una madre ve a su hija de menos de diez meses de nacida, sin vida por la culpa de un sicario.

Miguel Pesantes