Que esta Navidad nos depare esperanza y optimismo
Ya se acerca un nuevo año. Mañana es Nochebuena y trae con ella brisas de amor al prójimo, de ternura con los niños y de gratitud a nuestro Señor por sus dones. Termina 2019 y así como nos alegra el recuerdo del nacimiento del Niño Dios y nos deleita el recuerdo de las delicias que ya hemos disfrutado y el pensamiento de lo que aún esperamos compartir con nuestros familiares y amigos, también nos acongojan los oscuros nubarrones que se vislumbran sobre el país en el nuevo año.
Lo más ominoso es la dificultad que percibimos para tomar importantes decisiones frente a los grandes problemas nacionales. Y esa amenaza es real porque si no se resuelven conscientemente los desequilibrios económicos, llegará el día en que ellos se resolverán por sí mismos, pero con un enorme costo que injustamente recaería sobre las familias más pobres y débiles.
Como ecuatoriano preocupado por mi país invito a los estimados lectores a que en esta Navidad presentemos una carta al Niño Dios pidiendo nos depare esperanza y optimismo para que nuestros gobernantes actúen con previsión e inteligencia. Que provea de sabiduría a nuestro presidente para que proponga una agenda realista y equilibrada que concite el apoyo de los demás, y así resolver los desequilibrios financieros, fiscales y de eficiencia institucional que enfrentamos. Pidamos que impregne a los diversos grupos políticos, sociales, gremiales buena voluntad, que los ilumine para que puedan realizar un análisis sereno, determinen sus verdaderos intereses de mediano y largo plazo, y pospongan en favor a su conveniencia, enfrentamientos inmediatos. Pidamos al Niño Dios que en cada familia ecuatoriana reinen el amor y la solidaridad. Y que en cada uno de nosotros brille la autoestima y amor propio. Que ese amor y el amor familiar formen un inmenso torrente de afecto que desborde nuestro hogar. ¡Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo!
Ec. Mario Vargas Ochoa