La marca Correa

Esto ha acompañado al hombre desde siempre, pero Correa lo elevó en nuestro país a la enésima potencia

La marca de Correa se encuentra sembrada, para nuestra desgracia, a lo ancho y largo de la patria y muy bien enraizada. No tuvo necesidad de patentarla. Todos los que le sirvieron se aprovecharon directa o indirectamente del momento que permanecieron bajo su gobierno. Dada la naturaleza del gobernante y escogimiento de sus principales colaboradores, se inició en el país una forma de gobierno en que el fin principal no era servir al país sino servirse de él desde la función o cargo que se desempeñaba. Los funcionarios de segunda o tercera categoría, viendo el mal ejemplo de sus superiores, sucumbían fácilmente ante las oportunidades de servirse del cargo. La cadena de corrupción que se formó contaba con el engranaje perfectamente lubricado. Todos llevaban su tajada. Esto sucedió en todas las instituciones y funciones de Estado, pues se lo practicó, fomentó e, incluso, defendió. El único señor y dueño del país por más de 10 años fue Correa y pobre del que se atreviera a objetar sus deseos. Siguió cogobernando con Moreno a través de su gente en puestos claves, como en la Asamblea, en el Cpccs, Consejo de la Judicatura, CNE, Contraloría, Procuraduría y Fiscalía, hasta que en ella, en buena hora, asumió el cargo la Dra. Diana Salazar. Quienes votamos por Lasso esperamos que se la ratifique.

La corrupción es la marca de Correa y muchos de sus colaboradores llevan como prueba de ella grilletes en sus tobillos, como la prefecta de Pichincha, el alcalde de Quito, exministros, entre otros personajes. En medio de la pandemia en el Ministerio de Salud y hospitales públicos y del IESS, la corrupción se desbordó causando perjuicios y negociados millonarios al erario nacional, a costa del dolor de millones de ecuatorianos. Estos negociados están frescos en las mentes de todos nosotros pero en los juzgados duermen por efecto del dinero de la corrupción, que se transmite más rápida y virulentamente que el COVID-19 y se les pega con ingenio nefasto en perjuicio de los más necesitados, como en el caso último del concurso para Agentes de Tránsito convocado por la CTE. Había plazas de trabajo para 1.300 personas, pero interesados diez mil. La institución solicitó a todos ellos $ 500 para pruebas de salud, recaudando más de 5 millones. Sobre esto todavía nadie responde ni las autoridades de control toman cartas en el asunto. Y así por el estilo, la miseria humana frente al cochino dinero no tiene límite. Ningún país o religión del mundo puede ni podrá acabar con esta peste, pero el alma es nuestra conciencia, y convive y muere con nosotros. Hagámonos examen de conciencia. Esto ha acompañado al hombre desde siempre, pero Correa lo elevó en nuestro país a la enésima potencia.

Jorge Luis Rojas