Elegir bien a quienes afrontarán la peor crisis de la historia

El proceso electoral del 7 de febrero debe ser uno de los comicios donde mayores presiones se han desplegado sobre el elector. La de mayor riesgo es que el sufragio se llevará a cabo en medio de la pandemia. Independientemente de los cuidados y prevenciones, la convocatoria de millones de sufragantes a los diversos recintos electorales podrá incrementar las posibilidades de contagio. Vencer el temor a la contaminación es una, ineludible, primera elección. La segunda es la que se viene ejerciendo desde hace varios meses en las redes sociales, que debería ser una ágora digital donde se discutan y promuevan ideas, pero se han impuesto la intolerancia, la obcecación y la necedad a límites que rayan en la imprudencia y demencia. Esta no es una elección cualquiera. Sus resultados definirán si vuelve el partido que gobernó tiránicamente durante 10 años, sin respetar las reglas y Constitución que ellos mismos aprobaron; o caso contrario, el poder pasa a partidos y líderes políticos que manifiestan ser democráticos y pluralistas.

En Ecuador asistir a votar sigue siendo obligatorio. Nos da la oportunidad de hacernos escuchar y expresar nuestras ideas. Ejercer este derecho conlleva enorme responsabilidad. Aunque la asignación de asambleístas tiene varias imperfecciones y otorga indebidas preferencias; y aunque las encuestas dicen que habrá segunda vuelta, ojalá podamos elegir un binomio presidencial en la primera. El país necesita certidumbre, confianza y que un gobierno democrático, fruto de la voluntad soberana del pueblo, enfrente con firmeza y eficiencia la crisis sanitaria, social y económica a la brevedad posible. Ejerzamos el 7 de febrero nuestro derecho a elegir bien, siendo coherentes, sensatos y alejados de cualquier fanatismo o emociones. Votemos pensando en nuestras nuevas generaciones, en el bienestar colectivo. ¡Nos merecemos un mejor destino!

Eco. Mario Vargas Ochoa