La aparente calma que vivimos, luego de la decidida intervención del Gobierno para devolver la paz a las calles, sospechamos no pocos ecuatorianos que durará menos que un suspiro.

Si consideramos que la trágica descomposición social ecuatoriana tiene raíces estructurales en la pésima educación y en la formación moral de sus ciudadanos, nada ni nadie nos garantiza que no volverán a sus andadas los delincuentes comunes y los de cuello blanco, sostenidos, eso sí, en la bien aceitada estructura de vigilancia y seguimiento judicial-burocrático que, durante décadas, permitió que se entronizaran la corrupción y violencia en las cárceles del Ecuador.

Todos nos preguntamos con preocupación: ¿qué pasará cuando se retiren las Fuerzas Armadas de los recintos carcelarios? ¿Podremos mantener el orden y la consecuente paz a lo largo del tiempo?

Difícil respuesta.

Fausto Moscoso Ochoa