Cartas de lectores | El visto bueno y la Corte Constitucional
Crímenes, asesinatos y matanzas son el pan de cada día.
Ahora se entiende mejor la ira de Dios, el día en que el Señor castigue a la humanidad perdida por no haber aceptado el regalo de salvación otorgado por medio de Jesucristo. Pronto llegará el día en que la copa de la ira estará rebosando y se agotará la paciencia divina. La sociedad está asqueada con la corrupción que pisotea la santidad de la vida, la verdad y el trabajo honesto. La minería ilegal, circulación de drogas y las extorsiones están en pleno apogeo. Crímenes, asesinatos y matanzas son el pan de cada día. En la Asamblea pululan vivarachos que se aprovechan para contratar primos, ñaños, panas, yuntas, novios, con tal de engordar, sin ningún recato, las economías familiares. Allí asoman ladrones, violadores y corruptos y todos siguen tan campantes, con maleta y pasaje listos para volar a México y declararse perseguidos políticos. A la Agencia Nacional de Tránsito se le cae el sistema a cada rato sin que a sus jefes se les caiga la cara de vergüenza. Todo el sistema de matriculación, licencias y placas está lento, obsoleto y podrido. El otrora benemérito cuerpo de bomberos también tuvo que ser intervenido por irregularidades encontradas. Las redes sociales están inundadas de mensajes de prófugos, huidos y escapados vociferando que son inocentes, tratando de convencer a los ingenuos. Jueces y fiscales colmados de bienes y con harta plata que no pueden justificar con las matemáticas modernas, sin que intervenga el factor esotérico del declive moral vigente. Fiscalía ya no da abasto. Parece que hace falta un policía en cada casa para meter en vereda la floja moral de muchos sinvergüenzas. Las cárceles están llenas de vivarachos, aprovechadores y extorsionadores a distancia, armados de celulares y pistolas, cuando no de granadas y explosivos. Los ladrones pululan por doquier. Husmeando están en las calles hasta encontrar a quién arranchar billetera y celular para salir huyendo en moto robada, y que no los alcance el corto brazo de la justicia. Aun así, habrá gente que no comprende todavía las causas del enojo divino, buscando justificar la podredumbre humana con ridículos argumentos.
Gustavo Vela Ycaza