Cartas de lectores: Guayaquil y la urgencia de no callar
Caminar por las calles de Guayaquil se ha convertido en un acto de valentía
Caminar por las calles de Guayaquil se ha convertido en un acto de valentía.
Hoy, vivir en esta ciudad es estar con miedo a salir temprano, a regresar tarde, a tomar un bus, a esperar un taxi, incluso a estar en casa.
La inseguridad ya no es una noticia ocasional, sino una constante que nos consume.
No quiero sumar una denuncia más al montón. Lo que quiero es invitar a una pausa, a una reflexión.
¿En qué momento dejamos de asombrarnos por los asaltos, las muertes, las extorsiones? Nos estamos acostumbrando al horror, y eso es quizá lo más grave.
Lo que más duele no es solo el temor, sino la indiferencia que empieza a calarnos. El “gracias a Dios no fue peor” se ha vuelto una frase común. Y mientras tanto, la esperanza se desvanece.
Guayaquil no merece ser recordada por su violencia. Somos una ciudad de gente trabajadora, alegre, resiliente. Necesitamos recuperar eso.
No bastan los operativos esporádicos ni las promesas vacías, necesitamos acciones reales, sostenidas y humanas.
Tal vez no podamos cambiarlo todo de golpe, pero sí podemos empezar por no callarnos. Por seguir hablando, reflexionando, exigiendo.
Porque lo que está en juego no es solo la seguridad, es la vida misma.
Daniela Carrión Holguín