Cartas de lectores: El egocéntrico dictador de Nicaragua
La posición de Ortega frente al presidente Petro es más tirante: lo tacha de basura y traidor
No cabe duda: a Ortega le encanta salir en la prensa, si es posible, todos los días. Ello me recuerda una frase del expresidente ecuatoriano Carlos Julio Arosemena, quien refiriéndose a ese tipo de personas dijo: hay individuos que por salir en la prensa son hasta capaces de buscar la insolvencia, con tal de que se hable de ellos. Ortega pelea con todo el mundo, últimamente lo hace con los presidentes de Chile y de Colombia, pese a que serían de su misma línea política. A Boric lo compara con una pequeña versión del dictador Augusto Pinochet; cree que Chile no es realmente una democracia, ya que no se ubica en la extrema izquierda, que a falta de razones lo único que quiere es exterminar a toda la gente que no esté ubicada en el fanatismo y la agitación social. La posición de Ortega frente al presidente Petro es más tirante: lo tacha de basura y traidor, de cómplice del narcotráfico, olvidando los entendimientos de medianoche entre Nicaragua y Castro en operaciones de ese tipo para financiar la revolución sandinista, de la cual él sería su mayor beneficiario. Poco tiempo antes castigó con dureza a la clerecía nicaragüense por haber permitido a dirigentes obreros y estudiantiles refugiarse en una iglesia ante la persecución policial, lo cual fue declarado un acto contrarrevolucionario y produjo la expulsión del país de algunos religiosos, pues según Ortega no cree que “se puede ser creyente y a la vez revolucionario” y que se puede “ser marxista, sin dejar de ser cristiano”, según expresamente reconoce Castro en el libro Fidel y la religión.
Iván Escobar Cisneros