Cartas de lectores | El Día del Padre

Con esta oportunidad, con mi saludo y solidaridad a esos padres que recibiremos el abrazo de nuestros hijos desde el infinito

Sí. En realidad, el Día del Padre no tiene la connotación, euforia y celebración del Día de la Madre. Las razones son obvias y asumidas: la madre es la imagen viva del hogar, entrega y sacrificio intenso y permanente. El padre, con la imagen atávica de abastecedor, ausente de las labores hogareñas, tiene también su importancia y por eso, aunque un poco disminuido en su significación, tenemos nuestro día.

Con esta reflexión como premisa, pienso no únicamente en los hijos que no tienen padre porque partieron de este mundo, especialmente en esta cruel vorágine delincuencial, y que en este Día del Padre no tendrán a ese ser a quien dar su saludo, su abrazo. Pero pienso también en lo más duro que puede enfrentar el ser humano: en los padres cuyos hijos partieron al cielo contradiciendo el orden natural. Hijos en plenitud de la vida, llenos de proyectos, ilusiones; víctimas de enfermedades mortales, accidentes, etc.; y que en este Día del Padre anhelamos su abrazo, su caricia, su saludo; que debemos conformarnos y apelar a nuestra fe para bendecir la oportunidad que la vida nos dio de haberlos tenido, de educarlos, de acariciarlos para, en un momento de tragedia, despedirlos con la bendición que brota de lo más profundo del alma, con el corazón herido, cuya cicatriz marca en forma indeleble nuestras vidas.

Con esta oportunidad, con mi saludo y solidaridad a esos padres que recibiremos el abrazo de nuestros hijos desde el infinito, lleno de dolor y a la vez de la esperanza en que un día volveremos a encontrarnos; con su venia, señor director, permítame recordar a mi hijo, Edison Eduardo Páez Peralta, cuyo saludo y abrazo no lo tengo desde hace siete años, cuando partió dejando un hermoso recuerdo y un inmenso y permanente dolor en la familia.

Luis Eduardo Páez Rosero