Cartas de lectores: Si ayer pocos robaban mucho, hoy muchos roban en abundancia

El hartazgo que ha generado los casos Metástasis, Purga y Plaga no es más que la punta del iceberg de los muchos problemas

Parece ser insulsez seguir hablando de corrupción, pero no. Hay que hacerlo porque es el problema más grave que nos tiene postrados en la pobreza y en el atraso.

Históricamente hemos vivido serios conflictos y peleas por el poder político. Entre otros, se han dado golpes de Estado civiles y militares, magnicidios, invasiones  con un costo de muchas pérdidas humanas y todo con el fin, único, de llegar al poder para robarse los bienes de los ecuatorianos.

Durante el último llamado a la restauración democrática la situación ha empeorado. Si ayer pocos robaban mucho, hoy, muchos roban en abundancia, imperando la impunidad.

Sin temor a equivocarme, el problema más serio que tiene el Ecuador es el crimen organizado. En nuestra mente limitamos el crimen organizado a actividades de sicariato, pandillas, narcotráfico, trata de personas y lavado de dinero. Pero en Ecuador actualmente el asunto es mucho más amplio y bastante más complejo, pues participan políticos, empresarios, banqueros, prestigiosos abogados y funcionarios públicos que estimulan la corrupción y evasión de impuestos. El establishment ecuatoriano que prefiero llamar la casta, como la denominó J. Milei, a ese grupo dominante y elitista, son los que han destruido y siguen destruyendo la nación y por eso, la gran mayoría de ciudadanos ecuatorianos admira, ve con buenos ojos y desea un gobernante al estilo de Bukele.

El hartazgo que ha generado los casos Metástasis, Purga y Plaga no es más que la punta del iceberg de los muchos problemas que enfrenta el pueblo. El inmenso repudio y descontento, sobre todo a la corrupción, manifestada por la gran mayoría de ciudadanos, en especial de jóvenes poco complacientes, que piden a gritos, decencia.

Nada le hace más daño a la patria que el odio y la desunión que hay entre ecuatorianos y que desde el poder, sin lugar a duda, se convierte en retaliación y venganza. Ese odio nos mantiene divididos, polarizados y que amplificado por las redes sociales nos destruye como sociedad. Esto es así, porque cuando miles de ecuatorianos pueden observar, en sus teléfonos móvil, las condiciones en que viven los corruptos, sienten odio y dolor por su precaria y vergonzosa situación personal y familiar hundidos en la miseria.

Desafortunadamente, la corrupción está impregnada en el ADN del ecuatoriano y en no pocas mentes es bochornoso ser honrado, pues este nuevo comportamiento no condena ni castiga la corrupción, sino el fracaso ante el éxito del corrupto. ¡Basta ya de tanta inercia y odios! Unámonos, a esa valiente mujer que tenemos de Fiscal General de la Nación, para salvar el país.

Mario Vargas Ochoa