Cartas de lectores | Se vino nuevamente la derecha

Más allá de simpatías o antipatías, conviene asumirlo: se vino nuevamente la derecha

Por años, en América Latina se repitió que la derecha estaba acabada, una reliquia condenada a desaparecer ante el avance irreversible del progresismo, idea impulsada desde universidades y tribunas internacionales. Sin embargo, la política suele desmentir relatos y hoy, con la victoria de Kast en Chile, ese discurso comienza a resquebrajarse. No se trata de una derecha de salón ni de una copia del conservadurismo europeo, sino de una derecha dura en el mensaje, directa en la forma y pragmática en el fondo, nacida más del hartazgo ciudadano que de una estrategia partidista. Kast no llega al poder por accidente, sino por la inseguridad, el desgaste del progresismo, el incumplimiento de promesas y una izquierda que confundió derechos con permisividad, y justicia social con improvisación. Chile es un caso emblemático: fue presentado como laboratorio del progresismo regional y terminó reflejando sus contradicciones. Reformas ambiciosas y una excesiva ideologización del Estado chocaron con la vida cotidiana. El chileno promedio no votó por nostalgia, sino por orden, seguridad y sentido común, conceptos subestimados por la izquierda durante años. Lo de Chile no es un fenómeno aislado. Argentina, Ecuador, Bolivia y otros países ya dieron señales similares. La derecha avanza no por grandes teorías, sino porque la izquierda decepcionó en la práctica. Gobernar no es declamar, sino administrar eficientemente la cosa pública, en especial en favor de los necesitados, y allí muchos proyectos progresistas naufragaron por ineptitud y corrupción. Esta nueva derecha tampoco debe caer en la soberbia. La victoria de Kast no es un cheque en blanco, sino un mandato condicionado: resolver problemas reales, no crear enemigos imaginarios. El electorado latinoamericano castiga rápido y sin romanticismos. En la región se abre una nueva etapa impuesta por la realidad. El péndulo político vuelve a moverse, impulsado por ciudadanos cansados de promesas incumplidas. Chile marca hoy un punto de inflexión y el mensaje es claro: cuando el Estado se vuelve ineficaz y corrupto, la gente busca alternativas. Más allá de simpatías o antipatías, conviene asumirlo: se vino nuevamente la derecha.

Francesco Aycart C.