Cartas de lectores: ¡Qué pena a lo que se ha reducido Otavalo!

Si no hay justicia, podrían surgir levantamientos más graves en el futuro

Me alegra que haya terminado el paro en la provincia de Imbabura, aunque no a nivel nacional, como aspiraban los dirigentes de la Conaie.

Es relevante recordar ciertos antecedentes de Otavalo, especialmente para entender quiénes aprovecharon el reclamo.

Soy, por mi familia materna, otavaleño de corazón, pues pasaba muchas vacaciones de fin de año en la tierra del Yamor, vinculado a la hacienda Quichinche. Allí conocí a mi primera novia, quien después estudió en Londres por impulso de mi padre político, miembro del directorio de la Cámara de Industriales de Pichincha.

Mi cercanía con Otavalo me permitió conocer a muchas personas autoformadas. La mayoría eran indígenas pobres; no ricos, pues las fronteras del Ecuador aún no se habían abierto. Todos éramos amigos: aborígenes, blancos, mestizos; nadie se sentía superior, ni inferior, en un pueblo pacífico y respetuoso de sus autoridades.

La natación en Neptuno y Las Lagartijas era nuestra principal distracción, junto con visitas a la fuente de Punyaro o Peguche, o juegos de ping-pong. No consumíamos alcohol ni baraja, para evitar críticas. Surgían cantantes famosos como Gonzalo Benites y grupos como Yanda Maniachi.

Otavalo seguía siendo pequeño, pero contaba con el Teatro Bolívar, la fábrica textil San Miguel y talleres de ropa de Germánico Pinto, donde muchas chicas querían trabajar.

El tren que pasaba por Otavalo era un hecho notable, y los transportistas importantes eran los dueños de buses interprovinciales. Los viajes a Quito duraban unas cuatro horas, según el estado de las carreteras.

Más tarde, Plutarco Cisneros creó el Instituto Otavaleño de Antropología (IOA), con gran demanda estudiantil. De Otavalo han surgido personajes como el escritor Alfredo Jácome, el antropólogo Gonzalo Rubio, el Dr. Enrique Cisneros, el senador Alejandro Jaramillo y varios investigadores, periodistas y funcionarios públicos.

Epílogo: por la intemperancia de ambas partes, hoy es difícil determinar responsables de muertos, heridos, delitos y daños materiales. Si no hay justicia, podrían surgir levantamientos más graves en el futuro.

Iván Escobar Cisneros